Seducción fortuita a una madura
Fecha: 15/07/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Hace tres años entré a trabajar en un colegio como profesor de inglés por una jubilación. Era un colegio grande. La jefa de estudios me dio un tour por todo el recinto que duró casi una hora. Me empezaba a sentir a gusto. Me presentó a todos los profesores y profesoras que nos íbamos encontrando, hasta que me llevó de nuevo a la sala de profesores. Y allí estaba la otra profesora de inglés, María. ¿Sabéis cuando veis o conocéis a alguien que desde el primer momento os atrae de forma sobrehumana y no podéis parar de mirarle, alucinados? Por fuera, estaba manteniendo la compostura. Por dentro, derritiéndome por esa mujer, intentando apartar los pensamientos donde le arrancaba la ropa a mordiscos. A partir de ese mismo momento, supe que esa persona me iba a volver más loco que cualquier otra que conociera en una buena temporada. Estaba perdido. No podía parar de pensar en ella, en esa diosa, su melena corta por los hombros, de color castaño claro, con flequillo y perfectamente peinada, que terminaba en puntas onduladas. Su cara perfecta, con ojos también castaños. La más preciosa cara de ángel que puede imaginarse humanamente. Le rondaban la cara ligeros signos de edad y casi siempre sus estilosas gafas, que hacían que incluso mejorara, su cuerpo de diosa, estrecho y ancho justo donde tenía que ser estrecho y ancho, esas piernas torneadas, esa piel ligeramente morena, de las últimas vacaciones me imagino. Solo quería arrancarle la ropa y poseerla sobre la mesa de la sala de ...
... profesores. Estaba perdiendo la razón, no podía centrarme bien en el trabajo. Todo lo relacionado con el inglés o la enseñanza me recordaba a ella. Yo tenía novia por aquel entonces. Nos iba bien. También me atraía mucho, pero he de confesar que algunas veces me imaginaba a María en mis mejores orgasmos, sus labios recorriendo mi cuerpo, su cuerpo cerca del mío, ambos rozándose. Tuve que estar al loro en ciertas ocasiones para no exclamar “¡María!”. Lo de esta mujer era sobrenatural. En una de estas llegué a la conclusión de que debía olvidarme de ella, o al menos intentarlo, ya que la vería todos los malditos días. Empecé por apartar de mi mente cualquier pensamiento de María. Éramos compañeros de departamento, por lo que hablábamos bastante. Al final, parecía que hablar con ella, aunque seguía ejerciendo una atracción como un imán gigante sobre mí, ayudaba a desmitificarla. Nos solíamos reír el uno con el otro Acabamos desarrollando una extraña relación de complicidad. Ya conocíamos a la perfección a los alumnos del otro, los buenos, los malos, los estudiosos. Sus anécdotas de clase ya no eran desconocidas para mí. Nos solíamos reír. En la sala de profesores, en el pasillo, en el patio. Éramos dos compañeros de trabajo que se llevaban bien. Un día, a mitad de curso, estaba solo en la sala de profesores después de la hora de salir (14:00). Iba a quedarme hasta las 3 porque iba a comer con unos amigos cerca del colegio y aproveche para adelantar trabajo. Absorto estaba cuando de ...