Seducción fortuita a una madura
Fecha: 15/07/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... repente entró alguien y estampó algo duro contra la mesa. Yo puse los ojos como platos y miré en la dirección del golpe. Me di cuenta de que estaba en una zona de la sala un tanto escondida para quien entra. María empezó a articular algo parecido a una explicación: - Madre mía, lo siento. Creía que no había nadie. ¡Qué vergüenza! Normalmente ahora nunca hay nadie. Vi que lo que había golpeado contra la mesa era su teléfono. A mí lo único que me salió fue una ligera sonrisa. + No te preocupes, todos necesitamos golpear algo de vez en cuando, para descargar. - Lo siento, es que a veces me cabreo demasiado y hago tonterías. + No te preocupes, de verdad. Podría haber sido yo. Aunque no te lo creas me cojo buenos cabreos a veces. Estaba tapándose la cara en un gesto de vergüenza. No era la primera vez que estábamos los dos solos en la sala de profesores, pero esto prometía. - Me gustaría haber dado a la persona con la que hablaba, pero como no está aquí, solo tengo la mesa. ¡Dios!, aquí debería controlarme. Qué mujer más apasionada, pensaba yo. Creo que esto avivó mis pensamientos de nuevo. - Cuando hay gente. Si crees que no hay nadie que pueda oírte… ¡qué narices!, te desahogas. Mientras no te cargues nada… A partir de ahora puedes hacerlo si estoy yo. + Jajajaja. Cuando se me pase la vergüenza. Se sentó y se puso las manos en la cara, negando con la cabeza. Se quedó sentada, pensativa, de brazos cruzados los siguientes cinco minutos. Yo seguí a lo mío, pero no pude hacer ...
... mucho, cuando pensamientos de María me atacaron de nuevo. De repente me hizo una pregunta que me sobresaltó, por lo inesperado y extraño del momento y porque me sacó de mi ensimismamiento: - Oye, sé que lo que voy a preguntarte no es normal, pero… ¿a ti te parece que estoy pasada de peso? A esas alturas de curso teníamos cierta confianza, pero ella fue un poquito más allá, cosa que le agradecí. La mujer que había protagonizado mis fantasías más salvajes me estaba preguntando si la encontraba gorda, y a mí no me gustan las mujeres gordas. Tardé como cinco segundos en asimilar la pregunta hasta que pude responder: + Pues. no, la verdad. Te veo bien, - para mí era como si me hubiera preguntado si veía el cielo verde. Y a continuación me reí. Ella hizo lo mismo. Yo ya estaba flipando con la situación. - Hay quien cree que he engordado de un tiempo a esta parte, y que antes estaba mejor, más atractiva. La verdad es que sí podía imaginármela más delgada, pero si en verdad había ganado unos kilos, le habían sentado de puta madre. En este punto yo tenía el corazón a cien por lo que estaba a punto de decir, pero algo me empujó a decirlo, si no reventaría, la situación me lo pedía a gritos: + Para serte honesto a mí me parece que no puedes ser más atractiva. Estás genial, estupenda. Ella se quedó muda. Me miró con los ojos como platos, levantando las cejas por encima de las gafas. Yo me quedé callado, mirándola como si le hubiera dicho cualquier otra cosa, esperando el efecto de mis ...