1. «ÉL»


    Fecha: 26/04/2018, Categorías: Masturbación Autor: Yolinda, Fuente: SexoSinTabues

    Siempre nos creímos una pareja liberal. Presumíamos de ello ante los demás, aunque pocos, muy pocos, alcanzaban a comprendernos. Nos complacía causar estupor y nos reíamos en la cara de los hipócritas que nos criticaban. ¡Tanto peor para ellos! Esas personas (encorvadas bajo la carga de sus propios prejuicios), nunca reconocerían que, en el fondo de sus almas, nos envidiaban. Ella y yo, los dos éramos uno. Nuestra confianza, absoluta. Nuestra piedra angular: la sinceridad. En contra de todos los funestos pronósticos ajenos, habíamos cumplido cinco años de feliz convivencia. Sin embargo, todo comenzó a cambiar el día que llegué a casa y les encontré en la cama. Intentaré recrear los acontecimientos en el mismo orden en que yo los viví: ese día, les oí incluso antes de verles. Pude escuchar gemidos y jadeos desde la puerta de entrada. En seguida me dispuse a investigar su procedencia. Me detuve en el umbral de nuestra habitación. Penetró en mis fosas nasales el olor acre del sudor, mezclado con otra cosa. Olía a sexo, sexo intenso. ¡Vaya fiesta! ¡Y a mí no me habían invitado! Me embebí en la imagen que ante mí se plasmaba, la saboreé hasta los más mínimos detalles. Esa imagen se grabó a fuego en mi imaginación; de ahí pasó directamente al lugar en donde guardo a buen recaudo mis tesoros y trofeos más secretos. Me excité de inmediato. La cabeza de ella colgaba de la cama, igual que las sábanas enredadas. Las puntas de sus cabellos rozaban las bragas de encaje negro, tiradas ...
    ... sobre la moqueta del suelo. La almohada, bajo sus caderas y él, entre sus esbeltas piernas abiertas, penetrándola sin tregua. Sus gemidos eran como una ola que encendía hasta los más atrofiados sentidos. Subían y bajaban de intensidad, según la cadencia de los movimientos. No me vieron, tan concentrados estaban en su propio ritmo frenético. Liberándome de la opresión de mis ropas, me acerqué a ella. Atrapé con mis labios uno de sus pezones, duro y aterciopelado. Dándome la bienvenida, tomó mi miembro erecto y se lo llevó a la boca. Tras haber aplacado la acuciante sed del deseo, procedimos a las explicaciones: —Pero cielo, me podrías haber avisado —sugerí, fingiendo sentirme un poco molesto. —Quería que fuera una sorpresa. ¡sé que te gustan tanto las sorpresas! —exclamó ella, abriendo aún más sus grandes ojos. Era su genuina mirada de niña buena y adorable. —¡Y vaya si lo ha sido! —dije, no sin cierta ironía. —¿Es que no te ha gustado? —me preguntó, haciendo un mohín. —Ya sabes que sí, cariño —le sonreí, totalmente arrobado—. Sabes cuánto disfruto viéndote gozar a ti. Y a partir de entonces. ¡Vaya si la vi gozar! La noche siguiente, ella se esmeró en cocinar mis platos favoritos. Puso cuidado en todos los detalles, con el fin de conseguir un ambiente tan íntimo como acogedor. Soltó su cabellera y se vistió con un ceñido vestido sexy. Durante toda la velada nos acariciamos con nuestras anhelantes miradas y también con los pies por debajo de la mesa. Cada vez que ella llevaba la ...
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