1. «ÉL»


    Fecha: 26/04/2018, Categorías: Masturbación Autor: Yolinda, Fuente: SexoSinTabues

    ... tus canas, ¿te lo había dicho ya? —Pues. no recuerdo. También pierdo la memoria —recordaba perfectamente todas las veces que, juguetona, me lo había dicho. Disfrutaba cada vez que me lo decía. Regresé por la tarde con ganas de retomar la entrañable escena de esa mañana. ¡No pensé en otra cosa durante toda la jornada! Penetré en el salón, aún quedaban platos y restos de comida sobre la mesa. Un poco extrañado, me dirigí a la habitación. La cama seguía revuelta y había bultos de ropa esparcidos por el suelo. La llamé, pero no recibí respuesta. Revisé todo el apartamento, nada. Confieso que empecé a sentirme alarmado; en mi mente comenzó a cobrar forma la delirante idea de que ella se había largado. No obstante, al fin, escuché una risita. ¡El baño! Inmensamente aliviado (y sintiéndome ridículo por mis infundados temores), abrí la puerta y les encontré juntos en la bañera. —¡Hola! ¿Ya estás aquí? —me saludó ella, risueña. Se incorporó, tomando asiento en el borde de la bañera. Mis escrutadores ojos iban de él a ella. Terminaron por deslizarse sobre ella, atraídos por su hermosa piel mojada, sobre la que brillaban como perlas las gotitas de agua. —¿Qué hacéis aquí? —pregunté estúpidamente. —Ven, acércate y lo verás mejor —me dijo, y obedecí sin rechistar—. Quería sorprenderte esta noche, pero no hace falta esperar. Salió de la bañera, majestuosa como una sirena. Sus dedos descendieron sinuosos, acariciando su propia piel, hasta alcanzar el pubis. Con una sonrisita y un ademán de ...
    ... sus dedos, atrajo mi atención hacia esa zona. Reparé en que su piel relucía, sonrosada y fresca. Tomó mi diestra e hizo que la acariciara, guiándome con sus propias manos. La sentí maravillosamente tersa y suave bajo las invasoras yemas de mis dedos; se había rasurado totalmente. —Está suave, ¿eh? Sé que así te gusta más. —me tomó con fuerza de la mano y tiró de mí, llevándome hacia la habitación. —Sí, mi amor —consentí, ansioso como un inexperto colegial—. Voy a comerte enterita. Y ése. ¡Que se vaya a tomar por culo! A pesar de que ella siguió comportándose como mi amante/niña/amada, siempre cariñosa y complaciente, algo en mí cambió sin remedio. Tras largos años practicando y reafirmando mis ideas liberales, sucedió lo más inesperado, lo que nunca creí posible, la peor de mis pesadillas: caer derrotado ante el despreciable monstruo verde de garras ponzoñosas. ¡¡¡Estaba celoso!!! Tan celoso que ya no podía soportar verla gozando con él. Él, que la hacía gemir larga y constantemente. Él, con el que yo tenía que compartir mujer, casa y cama. Él, tan fogoso, potente y bien dotado. Él, convertido en su favorito. Las comparaciones son odiosas, y yo salía perdiendo en todas. Así fue cómo se derrumbaron mis antiguos ideales, transformándome en pelele, en el desperdicio de lo que un día fui; un ser débil, roto, inseguro, frustrado, angustiado, obsesionado, patético. Acabado. No dejaba de preguntarme con rabia: ¿y si él nunca hubiera llegado a esta casa? ¡Maldito sea! Loco de celos, ...