1. «ÉL»


    Fecha: 26/04/2018, Categorías: Masturbación Autor: Yolinda, Fuente: SexoSinTabues

    ... me convencí de que el único problema era él. Y decidí actuar como un egoísta despreciable, imponiendo mi voluntad: ¡¡¡Ella era mía!!! Al final, como habréis adivinado, la perdí. Hizo su maleta y se marchó con él. Quienes empezaron criticándome, terminaron por compadecerme. Creedme. ------------------------------------ Un pitido insistente se coló entre los envolventes jirones del sueño. Me encontraba a medio camino, ni dormido ni despierto. Las imágenes y sensaciones aún giraban dentro de mi cabeza a velocidad vertiginosa, nítidas y perturbadoras. No obstante, a pesar del ciclón que en mi interior seguía rugiendo (arrancándolo todo a su paso), abrí los ojos. Me latían las sienes y estaba sudoroso. Lo recordaba todo. Tuve conciencia de ello al mismo tiempo que reconocí el origen del insistente pitido: el timbre de la puerta. A trompicones, me levanté del sofá. A juzgar por la poca luz que entraba por el ventanal del salón, había dormido varias horas. ¡Qué locura! ¡Menuda pesadilla! Tal vez provocada por una mala digestión. ¿Me habría sentado mal la comida? En efecto, tenía mal sabor de boca. Otra vez con los problemas de acidez. Me pasé las manos por el rostro y me froté los ojos. Sonó otra vez el timbre; esta vez un pitido más largo, enérgico, exigente: quien llamaba se impacientaba, pero no cejaba en su empeño. —Ya voy, ¡¡¡ya voooooy!!! —grité, renqueando hasta la puerta. Por lo visto, se me había dormido una pierna. Mi voz sonó ronca, cavernosa como la de un viejo. ...
    ... —¡Hola, cariño! —exclamó ella, contenta—. ¡Has tardado siglos en abrir! —añadió, dedicándome un enfurruñado mohín. Pero enseguida avanzó, apoyó sus manos sobre mi pecho y (de puntillas sobre sus tacones de aguja) me besó en los labios—. Buf, ¡hueles a cerdo! —¿Y tus llaves? —indagué yo, con la intención de cambiar de tema. —¡Oh! ¡Las olvidé! —me acarició el pelo, tratando de dominar algún remolino rebelde, como hacía siempre—. Vaya, estabas durmiendo, ¿verdad? Te he despertado. —Sí, cielo. Me quedé dormido en el sofá y. ¡He tenido un mal sueño! Pero veo que tú has aprovechado la tarde. —Con un ademán señalé las bolsas que llevaba. —¡Te va a encantar! ¡Mira lo que he comprado! —Ahora vuelvo. Un minuto, ¿vale? Me dirigí al aseo mientras ella dejaba su carga sobre la mesa del salón. Me lavé la cara con agua fría y jabón. Enseguida me sentí mejor, más sosegado, más yo mismo. Mientras me cepillaba los dientes, alcanzaba a escuchar su risueña voz, que me apremiaba a regresar junto a ella. Empecé a imaginar lo que habría comprado: algún vestidito nuevo, otros zapatos de tacón, cosméticos, ropa interior. Excitado, deseé que se tratara de esto último: la animaría a ponérselo y disfrutaría aún más al quitárselo. Observé mi reflejo en el espejo. Los ojos hundidos, las patas de gallo, frente arrugada, ojeras, papada, canas, entradas. la decadencia que nos regala el tiempo a su paso. Sin embargo, me sonreí a mí mismo. ¡Tenía una mujer de bandera que me adoraba! ¿Cuántos podrían decir lo mismo? ...