1. Mi tía Sandra


    Fecha: 06/05/2018, Categorías: Incesto Autor: delnorte1, Fuente: RelatosEróticos

    Me llamo Modesto, y soy un chico muy tranquilo. Quiero relatarles las experiencias que me acontecieron el pasado verano y que tanto me sorprendieron e impactaron, las estancias en casa de mi tía Sandra. Comenzaré por describirme: tengo trece años estoy en secundaria y todos coinciden en que soy un niño muy modosito y tranquilo, algo tímido y estudio bastante bien. Desde siempre he sentido curiosidad por todo lo que me rodea, pero nunca he sido un niño preguntón, sino más bien autodidacta. No tengo muchos amigos y soy más bien introvertido pero de ahí a que sea tonto, falta mucho. He crecido en una familia estricta y conservadora, tradicional y educado en la disciplina y obediencia, sobre todo por mi madre que además es muy católica. Hago mis deberes, se me compra algún caprichito, de verano voy con ellos a donde vayan y sin salirme del cauce. Siento gran curiosidad por la informática y los ordenadores no sé por qué. En casa tienen uno, con internet, pero solo me dejan usarlo para lo estrictamente necesario de los estudios y deberes, lo tienen con filtros parentales y pins que no conozco, ellos me lo conectan y me lo desconectan cuando se lo pido para consultar algo, jugar un ratito a los solitarios de cartas, y mirar en la red alguna cosilla de ropa, deportes, algún videojuego y nada más. Ellos tampoco lo usan mucho más que para mirar rutas de montaña, alojamientos rurales y cosas así. Mi madre que además es muy celosa tampoco permite a mi padre que esté con él mucho ...
    ... tiempo.
    
    Ya sé que es un tópico, pero es que pasa en todas las familias; mi abuela materna, ya mayor, se puso malita y mis padres tuvieron que salir para allá unos días. La casa es pequeña, y como yo era un incordio –debieron de tenerme de penalti, joder, porque parece que siempre estuve de más- y como además soy tan calladito decidieron enviarme unos días… a casa de mi tía Sandra.
    
    Sandra es mucho más joven que mi madre, también mucho más alta y moderna, peor hablada, más culta y menos fanática, más rebelde y reivindicativa. Es morenaza, de pelo y cejas negras, musculada y no se parece en nada a mi madre físicamente, aunque sí en los gestos, la voz y el hablar. Mis padres la llaman, acepta. En presencia es imponente, por algo extraño o difícil de explicar, tiene “ese no sé qué” que tiene alguna gente. Está muy buena, o eso creo, o eso dice el porcentaje que ocupa en mis pajas. Así que cuando me doy cuenta, ellos ya se han ido, ya me he apeado del autobús maleta en mano y estoy tocando el timbre de Sandra. Tras un rato se abre la puerta y aparecen ante mí los 180 centímetros de Sandra. Yo todavía mido solo 165.
    
    Cara de fastidio, tarda un rato en decir nada, el suficiente para que yo rememore en mi interior, con cierto regocijo y un tanto de respeto aquella situación ocurrida unos años atrás en casa de los abuelos maternos, los padres de mi madre y de ella, cuando ella llegó de fiesta ya de lunes a las once de la mañana, como tantas y tantas veces, borracha, medio desvestida y ...
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