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Mi hermana Julia - 3 -
Fecha: 21/05/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... IMBECIL; UN ABSOLUTO Y TOTAL IMBECIL. LA ACABABA DE CAGAR OTRA VEZ. Y ESTA NO TENIA YA REMEDIO. Julia se levantó… y sin decir absolutamente nada más, salió del salón, dejándome allí con tres palmos de narices, como un pasmarote. Ni siquiera me dirigió una mirada. Ni me mostró su desprecio. Salió del salón como si yo no existiera. Ignoró mí presencia. Salió y subió a su habitación. Aquel ignorarme; aquella indiferencia hacia mí fue lo que más me dolió. Entonces comprendí claramente que todo había acabado; había perdido por completo la confianza de mi hermana; nunca más volvería a oír historias eróticas contadas por ella, ni me daría más lecciones de sexo. Nuestra relación entraba en una crisis imposible de superar. Y, por supuesto, ya podía olvidar para siempre mis planes para poder llegar hasta su maravilloso cuerpo. Todo estaba ya perdido; absolutamente perdido; destrozado; muerto; kaputt. Ni tan siquiera pasó por mi mente la peor de todas las consecuencias que aquello podía acarrear: que Julia se lo contase a nuestros padres. Tenía la esperanza; quería; estaba seguro de que Julia no me castigaría así. Julia es generosa, me decía. No hará eso. Es mi hermana. No puede odiarme tanto. ¿O, quizá sí? Me levanté derrotado del sofá, subí despacio a mi habitación y me encerré. Aquel día no tuve ánimo ni ganas para nada; ni siquiera pude hacerme una sola paja. Estaba realmente hundido; estaba hecho polvo. Kaputt. También estaba terriblemente asustado de las consecuencias que mi ...
... abominable comportamiento podía tener para la convivencia familiar. En resumen. ESTABA ACOJONADISIMO. Julia y yo no volvimos a cruzar palabra en todo el día; ni siquiera nos volvimos a mirar a la cara. Pasé un día horrible. Y las semanas que siguieron fueron por el estilo. Yo vagaba por la casa como un alma en pena. Hacia mis trabajos, iba al Insti y al volver me encerraba en mi cuarto. Solo intercambiaba con Julia las palabras imprescindibles para llevar a buen puerto las tareas comunes. Mis masturbaciones no pasaron de alguna que otra paja, pero en una medida infinitamente menor que lo que yo acostumbraba; hasta me costaba trabajo motivarme; mi libido había caído a niveles tan bajos como impensables para mí. Me costó mucho trabajo aparentar normalidad en presencia de mis padres. Todo lo contrario que Julia, que se mostraba alegre y dicharachera, como era su natural; lo que hacía que me encerrara más en mí mismo. Llegué a considerarme como un ser deleznable; una especie de depravado sexual, indigno de Julia. Pero no hay mal que 100 años dure -ni cuerpo que lo resista-. Llegó el momento en que Julia debió considerar que ya había penado suficientemente mi pecado y decidió levantarme el castigo. La víspera de San Juan era sábado; no quise levantarme temprano. De poco me serviría; mi rutina diaria había quedado destrozada tres semanas atrás. No tenía ya ningún aliciente que me animase. En consecuencia, cuándo sonó el despertador no me levanté; me quedé en ese estado de duermevela que ...