1. La historia de Claudia (18)


    Fecha: 24/05/2018, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

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    La dueña de casa entró poco después y tras dirigirle un saludo burlón le quitó el dildo sin ninguna delicadeza, haciéndola gemir de dolor, y la mandó al baño a que tomara una ducha. Tenía el propósito de almorzar servida por la sumisita, después dormir una siesta y por último usarla sexualmente hasta la hora en que debía prepararla para que Inés se la llevara.
    
    Eso hizo y cuando Inés llegó a las ocho de la noche ya Laura encontraba vestida y de rodillas en el living, esperando a su dueña. Estaba agotada y con dolores en todo el cuerpo, de tanto que Nelly la había cogido en todas las posiciones imaginables.
    
    Una vez en camino, con Laura sentada en el asiento del acompañante, Inés le dijo:
    
    —Ya se lo informé a tu amiguita y ahora te lo digo a vos: a partir de ahora vas a llamarme Ama, porque soy tu Ama y vos mi esclava, como esa otra. ¿Entendiste?
    
    —Sí, Ama. –fue la disciplinada respuesta de la cachorra, que se sentía muy nerviosa ante la proximidad de esa conversación que debía sostener con sus padres para comunicarles que se iba de la casa.
    
    Sin embargo, todo fue bastante sencillo. Ni el señor Bustos ni su esposa parecieron alterarse demasiado con lo que su hija les había comentado.
    
    Mientras encendía su pipa el hombre dijo:
    
    —Bueno, Laura, si creés que eso es lo mejor para vos, hacelo. Ni tu madre ni yo vamos a oponernos. ¿Sabés ya dónde vas a vivir?
    
    —Sí, papá, alquilé un departamento. –mintió la cachorra.
    
    —Todo está bien entonces. Cualquier ...
    ... cosa que necesites, llamanos. –dijo el señor Bustos mientras comenzaba a disfrutar de su pipa.
    
    —Sí, papá. –le contestó Laura, y se dirigió a su cuarto para empacar.
    
    Más tarde reapareció en el living cargando su mochila y dos maletas donde había ropa y elementos de estudio, besó a sus padres y al dirigirse hacia la puerta dijo:
    
    —Nos hablamos... –sabiendo que eso no ocurriría.
    
    Ya otra vez en el auto su Ama le preguntó mientras ponía en marcha el vehículo:
    
    —¿Llamaste a la veterinaria?
    
    —Sí, Ama, el señor ya sabe que renuncio y ahora tengo que mandarle el telegrama y después pasar por el negocio a cobrar.
    
    —Muy bien... ¿Te das cuenta que ya estás en mis manos por completo y definitivamente, cachorrita?
    
    —Sí, Ama... ¿Puedo preguntarle algo, Ama?
    
    Inés la miró intrigada.
    
    —Sí, preguntame.
    
    —Yo... ¿Yo le intereso, Ama?
    
    —¡Por supuesto, perrita mía! ¡Claro que me interesás!... ¿Creés que te hubiera robado a Blanca si no fuera así? –respondió Inés conociendo la carencia afectiva que Laura experimentaba respecto de sus padres. Sabía, en su creciente perversidad, que ése era el arma que le permitiría apoderarse totalmente de la jovencita, desarmar en ella toda posible resistencia, hacerla de su propiedad y prostituirla en su beneficio.
    
    —Gracias, Ama... –murmuró Laura sintiendo que en la esclavitud había encontrado su lugar, ese lugar que nunca había tenido junto a sus padres.
    
    Inés emitió una risita y ya no dijo nada hasta que llegaron a su casa, donde ...
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