1. Cuando dejé de ser señorita


    Fecha: 01/10/2021, Categorías: Hetero Autor: Mar1803, Fuente: CuentoRelatos

    ... abrazos estrechos donde él sentía mi pecho y yo su turgencia en mi pubis, piernas y nalgas. A los seis meses, sus caricias sobre mi ropa eran directas, me apretaba las tetas, las nalgas, mis piernas y mi pubis… y yo… ¡derritiéndome!, pero trataba de que no lo hiciera.
    
    Antes del año, ya me había chupado las chiches. Ya me lo había advertido mi confesor, “Cuando las caricias son carnales, y no sobre la ropa, están cayendo en el pecado capital de la lujuria”. Sí, me asusté de ser pecadora, pero yo buscaba su pene y se lo apretaba sobre el pantalón hasta que quedaba húmeda la prenda de esa zona. También mis calzones quedaban mojadísimos… Al mes, mientras me mamaba las tetas, busqué su pene y ¡ya se lo había sacado de la bragueta! Me sorprendí, pero no lo podía mirar bien pues me estorbaba su cabeza la vista de ese objeto duro, cliente, grande y sólo se lo jalaba, pero al poco tiempo me mojó la mano y sí me asusté. “¿Es semen, le pregunté?” quitando su cabeza para poder mirar bien. “No, sólo son mis ganas de ti”, me dijo sonriendo.
    
    Meses después lo ascendieron en la compañía constructora y era el asistente del jefe de brigada, a quien suplía en sus ausencias y manejaba la camioneta asignada a la cuadrilla. Al atardecer, cuando su jefe no se llevaba el vehículo, algunas veces pasaba por mí a la casa para que lo acompañara a guardar la camioneta a las oficinas de la constructora y al llegar al estacionamiento, nos quedábamos un rato en ella. Besos, caricias, metidas de ...
    ... mano, de allá para acá y de aquí para allá. Allí aprendí a masturbarlo hasta que se venía. Me gustó el olor del semen. Una vez, al llegar al estacionamiento, acerqué mi cara a su verga que me pareció hermosa y la besé. ¡Le creció más que lo normal! “¡Chúpamela, mamita!” me pidió vehementemente y yo, bien arrecha, le obedecí. “¡Ay, con cuidado, mami, no me muerdas!”, gritó y me quedé perpleja, porque no lo mordí. “No te he mordido”, dije, “Es que tus dientes me lastiman la cabeza”. Entonces entendí que debía lamerlo y chuparlo con cuidado y lo hice. A las pocas semanas se me ocurrió jalársela y mamársela al mismo tiempo. Una mano para jalar, otra para acariciar sus huevos y… salió un chorro de leche en mi boca. Yo estaba calentísima y seguí, tuve que tragarlo porque él seguía viniéndose, ¿De dónde salía tanto si sus bolitas se veían muy pequeñas? Mi novio sólo gemía y yo, sin sentir asco, disfrutaba del sabor del semen que ya me había gustado desde la primera vez que lo olí.
    
    De ahí en adelante, el primer viernes de cada mes, mi confesor me hacía que le platicara con mucho detalle las salidas con mi novio y me sugería que, antes de pecar completamente, nos casáramos. Le dije a mi novio que se fuera a confesar y se rio de mí.
    
    Un día, le pidió permiso a mis padres que yo lo acompañara a un pueblo cercano, a donde tenía que llevar herramienta y a algunos trabajadores. “Es para no regresarme solo y no dormirme en la carretera”, le explicó a mi madre, quien más reticente estaba. ...
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