1. Las desventuras de un cornudo paralítico


    Fecha: 05/10/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Jos Lira, Fuente: CuentoRelatos

    ... yacía de rodillas frente a él, sobre la alfombra, saboreando con devoción de arriba abajo el glande y el tronco venudo de su descomunal herramienta como si la vida le fuera en ello.
    
    Su boca estaba babosa y acuosa, le salía saliva y líquidos pre seminales por la comisura de sus labios, y el rojo intenso que había tenido antes en sus esponjosos labios ahora estaba desparramado en la circunferencia de su boca.
    
    —Yo solo estoy cumpliendo lo que le prometí a tu marido… ¿verdad que estás feliz justo ahora, mientras me mamas la polla como la perra que eres?
    
    —Uhhh. Gorg, gorg, gorg —respondió Sofía.
    
    Al pasar el tiempo Sofía ya estaba completamente desnuda, a cuatro patas en su cama matrimonial. Su enorme culo estaba respingado y apuntaba hacia el falo de Aníbal, un tremendo instrumento que era el más gordo y largo que Sofía había visto en toda su vida. La polla brillaba hiniesta y mojada con el glande enrojecido rozando los pliegues hinchados y jugosos del coño de Sofía, después de tantas penetradas sin parar. Llevaban más de dos horas follando, las mismas que Federico llevaba dormido sin despertar.
    
    —Y aún nos quedan más de quince horas, mi amor —gritó Sofía con voz sensual.
    
    Desde hacía seis meses, Sofía y Aníbal cogían como perros en celo en cualquier parte de la casa de Federico; ya lo habían hecho en la sala, en la cocina, en los rellanos de la escalera, en el baño, en el jardín trasero, en el garaje, en la capilla personal que tenía la casa (porque la familia ...
    ... paterna de Federico era muy católica), en el sótano, en el desván, sobre la mesa, sobre la cuna de la niña (la habían tenido que reemplazar porque se había quebrado la segunda vez que lo hicieron allí). Habían profanado incluso los muros, cuando cogían parados y Sofía tenía que sostenerse sobre ellos (o cuando las corridas de Aníbal manchaban accidentalmente las paredes).
    
    Pero eso sí, siempre fornicaban sintiendo respeto por Federico, externando mutuamente los remordimientos que les causaba tener que fornicar en detrimento de un moribundo. Se repetían una y otra vez, en cada orgasmo que Aníbal conseguía sacarle a Sofía con su lengua o con su verga, lo mucho que sentían tener que hacerle esto a Federico.
    
    —Pero él debe de entender que una puta como tú necesita rabo, mi amor —la consolaba Aníbal mientras la montaba.
    
    Incluso la primera vez que Aníbal le rompió el culo a Sofía (uno que ni siquiera su propio marido había estrenado), ambos convinieron no mirar por un día a los ojos de Federico. Ante todo tenía que haber respeto. El problema es que dejaron de mirar a los ojos a Federico desde entonces; porque sí, Aníbal se había vuelto adicto al culo de Sofía y ella no concebía tener una sesión de sexo desenfrenado sin que el amigo y empleado de su marido le dejara de meter su gorda polla por su estrecho ano.
    
    Sofía a veces, solo a veces, se sentía bastante mal por traicionar de esa forma a Federico; sobre todo porque contabilizando esas sesiones de sexo que tenía con Aníbal ...
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