1. Todos se cogen a mi mujer


    Fecha: 15/10/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    Nota del autor: En tiempo de cuarentenas, les comparto un relato mucho más extenso de los que suelo subir. Pero no se asusten. Tienen la opción de leer todo, o sólo algunos capítulos. Recurrí al viejo truco de la historia adentro de la historia. Espero no haberlo hecho demasiado mal. Ojalá lo disfruten, y por favor, ¡Quédense en casa!
    
    La historia comienza así:
    
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    Si dijera que hace seis meses descubrí que mi mujer me era infiel, no sólo estaría engañando al lector, sino que estaría incurriendo en la misma falta en la que caí durante todo mi matrimonio: estaría mintiéndome a mí mismo.
    
    Fue la propia Valeria (¿Existe nombre más infiel que Valeria?) la que dejó el celular sobre la mesa ratona de la sala de estar, cuando se fue a bañar, esperando a que yo me dignase a aceptar la verdad. El aparato negro descansaba sobre la madera, cuando de repente se encendió, al mismo tiempo que vibró. Yo escuchaba el agua de la ducha correr. Valeria ya estaría completamente desnuda, con su cuerpito menudo pero sinuoso, recibiendo el agua tibia. Su cabello castaño estaría empapado, y su piel blanca comenzaría a ser recorrida por el jabón. En nuestros años dorados, yo esperaría unos minutos, me desnudaría, iría al baño, correría la cortina, y me metería en la bañera para ducharme junto a ella. Pero esos tiempos ya pasaron. El celular sonó de nuevo. No había un motivo concreto que me instase a revisarlo. Más bien había varios indicios. Y como en los crímenes (y ella cometió muchos ...
    ... crímenes), estos indicios, que individualmente parecen insignificantes, en su conjunto resultan muy sugestivos.
    
    El primer indicio fue la disminución de la frecuencia con que manteníamos relaciones sexuales. Eso sería perfectamente normal para una pareja de treintañeros que ya pasaron la etapa de la lujuria desenfrenada, sino fuera porque fue acompañada por otras señales: su repentino mal humor; sus encuentros con amigas, cada vez mas frecuentes, y en horarios intempestivos; su renuencia a decirme cómo le había ido durante el día; su inexplicable gesto culposo en las noches en que estaba de buen humor y hacíamos el amor; y sus mensajes misteriosos que iban seguidos de una sonrisa alegre y seductora que a mi no me dedicaba hace tiempo.
    
    Todo esto me llevó a que, contrario a mi personalidad respetuosa y confiada, decidiera husmear en la intimidad de mi mujer. Agarré el celular. Deslicé el dedo pulgar sobre la pantalla, hacia abajo, para ver las notificaciones. Noté que le habían llegado tres mensajes de WhatsApp, en dos chats diferentes. Sin poder contenerme, abrí la aplicación. Al ver los nombres de quienes le escribieron supe que no me iba a encontrar con nada bueno. El primer mensaje lo había mandado “P”, y el segundo “L”. Por las fotos de perfil supe que ambos eran hombres. “P” le había mandado un emoticón de una carita con corazones en lugar de ojos, sin embargo, antes había enviado otro mensaje que no se veía en la pantalla principal. “L” le había escrito “¿Cómo estás ...
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