Todos se cogen a mi mujer
Fecha: 15/10/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... te vayas a enamorar amigo. β le dijo el rubio, y todos rieron.
Fui al baño a limpiarme la cara. Cuando regresé, Mario explicaba el siguiente juego.
- Ahora voy a tirar una ronda de cartas. Sólo uno para cada uno. El que saque la carta más alta tendrá derecho a ordenarle a mi putita que se saque una prenda. El que le quite la última, podrá cogérsela, pero tendrá que hacerlo acá, en frente de todos.
- Pero Mario, ¿las zapatillas cuentan como una sola prenda o dos? - preguntó el de traje.
- Como una sola.
- ¿Y los ases le ganan a todas las demás? β dijo el rubio.
- Claro que sí. Y si hay empate, se desempata entre los ganadores. ¿Queda claro?
En la primera ronda, al rubio le tocó un once que nadie pudo superar.
- A ver zorrita, empecemos por lo más aburrido. Chau zapatillas.
Me las saqué. No iba a pasar mucho tiempo para que culmine el juego. Solo vestía el short, la tanga y el top. Mario fue el siguiente en ganar, y me ordenó que me saque el top.
- Mirá que lindas tetitas tiene la zorra. β dijo el rubio.
- Ya ven que mis putas no son cualquier cosa. β se regodeó Mario. β Carne de primera calidad.
- bajate despacito el short. β dijo el patovica, que acababa de ganar la tercera apuesta. β date vuelta y menea el culo mientras los hacés. β agregó.
Así lo hice, y recibí los chiflidos del rubio, Mario, y el propio patovica. El único que no se comportaba como un infradotado cunado estaba frente a una mujer semidesnuda, era el de ...
... traje.
Jugaron la última ronda. Mario y el patovica empataron.
- ¿Hace falta que desempatemos Marito? β Dijo este último. β si vos la tenés siempre. Dejámela a mí. No vaya a ser cosa que me vaya de acá sin ganar nada.
- Qué maricón. Te parecés a uno que ya sabés. β dijo Mario, señalando con la vista al rubio. β si perdés ya vas a tener tu oportunidad, más adelante. Acá van las cartas.
Mario sacó un cuatro, y el patovica un seis.
- Vení para acá bebé. β dijo el ganador.
Me incliné delante de él y apoyé el torso sobre la mesa. El patovica me arrancó la tanga y la hizo hilachas. No me importaba. En la cartera tenía otra, y Mario, a diferencia de Andrés, no tenía problemas en comprarme ropa interior.
Se mojó la mano, y me la metió en la concha.
- Ya está mojada la putita. β dijo, cosa que era cierto.
Me agarró de las caderas y me la metió, despacito. Los otros tres no se perdían detalle de la escena. Tenía mucha fuerza en las piernas. Cunado ya estaba dilatada, empezó a moverse con mas velocidad. La mesa empezó a arrastrarse hacia adelante mientras me cogía. Cerré los ojos, deseando que esa noche no sea tan larga como me lo imaginaba. Le había escrito a Andrés que llegaría tarde, como tantas otras veces. Pero no quería aparecer en casa a las dos de la mañana.
El patovica retiró su miembro, se sacó el preservativo, y eyaculó en mis nalgas.
El hombre de traje tuvo la gentileza de entregarme un pañuelo descartable para limpiarme.
- Muy bien, ya nadie se puede ...