La Cebollita
Fecha: 23/10/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos
... amistad fácilmente y, a partir de ese momento, ella me buscaba en los descansos. Particularmente, la noche del día que me tocó hacer mi exposición, en la cena, se fue a sentar junto a mí. Vestía una blusa sin mangas que destacaban sus hombros y brazos níveos ya bronceados, pero las piernas se le veían muy rojas por lo asoleada. Ambos traíamos short. A la hora de los postres, los comensales se fueron retirando rápidamente. Cuando el mesero se acercó a retirar los platos vacíos, ella le pidió dos copas de coñac y, volteándose hacia mí señaló: “…porque me va a permitir invitarlo para agradecerle lo que hoy aprendí de usted”, me dijo sin ofrecer opción y se disculpó para ir al baño. A su retorno, me di cuenta que se había quitado el sostén pues se marcaban los pezones en la delgada blusa y se notaba la curva pesada de sus tetas.
–Ya no aguanto la irritación de la asoleada – dijo sin más, al tomar la copa y ofrecer un brindis–. ¡Por usted, maestro! –me dijo quedando frente a mí mostrándome las bellezas que se traslucían en su prenda.
–Gracias, nunca me había sentido tan cohibido y halagado a la vez –dije ruborizado y tomé mi copa–. ¡Salud, por usted, por su inteligencia y belleza extremas! –brindé sin poder apartar la vista de su pecho.
–“Cohibido y halagado…” Dos razones más para brindar. ¡Salud! –dijo chocando su copa nuevamente con la mía.
–Yo veo dos hermosas razones más… –dije mirando arrobado su pecho y descarando mis intenciones– ¡Salud!
–Jajajaja –rio con ...
... jocosidad y ahora ruborizándose ella, lo que trató de disimular llevándose otra vez la copa a los labios.
–¡Uy, sí que la ha quemado el sol! ¡Tiene la cara roja! –expresé tomándole la mano y ella tuvo que dejar la copa para no atragantarse.
–Jajajaja –volvió a reír con mayor sonoridad y luego tosió fuertemente– ¡Cof, cof, cof…! – lo que me hizo darle unas pequeñas palmadas en la espalda.
–¡Gracias! –dijo al reponerse quitándome la mano con la que la golpeaba– pero también me arde la espalda, y allí no pude ponerme crema. Lo que me puso roja la cara fue su ocurrente comentario. Jajaja. Discúlpeme que me haya quitado el sostén, es que ya no aguanto la piel, no fue para provocarlo o molestarlo.
–¿Molestarme? Al contrario, mañana en el alba le agradeceré al sol la alegría que me dio esta noche, aunque haya sido con el dolor y contrariedad ajenos –dije con suavidad, apretando su mano.
Nos quedamos callados y sonriéndonos casi un minuto en el que ella también me correspondía apretando la mano. Bajó la vista para ver cómo se juntaban nuestras rodillas y me acarició la mía con la suya.
–¿Puedo pedirte un favor? –me preguntó iniciando el tuteo.
–Sí, lo que quieras –contesté acariciando repetidamente uno de los pezones con el dorso de la mano sobre la blusa.
–Quiero que me pongas crema en la espalda, si no te incomoda… –me pidió con voz melosa y tomó de un solo trago lo que quedaba de su copa.
–Desde luego que no será molestia, aunque no sé qué pueda pasar ...