1. La última cena de la luna


    Fecha: 14/12/2021, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Las luces de colores pintaron la habitación donde los amantes danzaban desnudos al ritmo de las cuerdas, él las pasaba por el torso de ella haciéndole una karada, un «gote» para inmovilizarle los brazos mientras le mordía el cuello, de vez en vez, hundiendo sus dedos en el sexo mojado de ella quien a su vez, se dejaba hacer concentrada solo en susurrar el nombre de él llamándolo Amo. La casa estaba decorada con luces navideñas y como único testigo de su placer, un pino adornado con luces, cuerdas, esferas y dildos de cristal. Él la miraba sonriente, a ella suspendida en medio de la sala con la boca abierta esperando ser usada cuando de pronto todo empezó a nublarse hasta quedar completamente oscuro.
    
    Abrió los ojos tan abruptamente como pudo jadeando desesperado, la luz de la ventana lo cegó, nunca antes le había parecido tan intensa; los oídos le zumbaban, la cabeza le daba vueltas, una arcada le sobrevino intempestivamente, a punto estuvo de no llegar al escusado, luego de vomitar, se miró en el espejo empolvado, tenía los párpados hundidos y el rostro demacrado, tardó varios minutos en reconocerse en la imagen que se vislumbraba del otro lado del cristal roto.
    
    Caminó por el derruido pasillo de aquel departamento, llegó a la sala, un espacio vacío con las ventanas tapiadas, una banco oxidado y frente a él, el viejo pino o al menos sus restos muertos: el tronco y unas ramas que se rehusaban a caer; de aquella navidad, solo la mitad de una esfera rota, colgando en una ...
    ... de las ramas secas, quedaba.
    
    Cuan lejos quedaron las navidades donde él se perdía en la gran sonrisa de aquella mujer de tez morena y larga cabellera castaña que lo miraba con sus hermosos ojos avellana, grandes, grandes, llenos de inocencia y picardía mezcladas; sin embargo parecía que fue tan solo ayer cuando ella se paseaba a gatas por la sala, ronroneando hasta su regazo, usando tan solo un par de medias de encaje y estiletes negros, sosteniendo con su boca, una bolsa de tela con esferas para decorar el árbol.
    
    —Apresúrate o no vas a llegar —sentenció una voz femenina.
    
    Llevaba un impecable traje negro con una corbata vino; tan elegante el atuendo como triste su semblante. Iba de la mano de una esbelta mujer blanca de mirada penetrante y cabello corto. Llegaron a un enorme caserón donde un joven atractivo, ataviado tan solo con un gorro navideño y unas botas de Santa Claus, hacia de portero recibiendo a los invitados.
    
    Cruzaron el jardín que estaba vastamente decorado con motivos decembrinos: luces de colores y un nacimiento, todo un poco retorcido, pues las figurillas de los peregrinos llevaban trajes de cuero.
    
    Entraron al gran salón, ella con alto garbo, él encorvado, meditabundo; ella estiraba el cuello buscando a alguien, alguien que no encontraba, él no despegaba la vista de la puerta que daba al gran comedor de cedro que se hallaba en el extremo opuesto al lugar por donde habían entrado.
    
    —¿Cómo la conociste? — cuestionó abrupta, la mujer blanca, él ni ...
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