1. Mi placer en tus manos


    Fecha: 19/12/2021, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... veces se cambiada de postura para propinarme distintos masajes. O pasearse delante de mí para ir hacía la mesa de aceites.
    
    Yo… llevaba meses sin estar con un tío, y entre las manos tan buenas que tenía, que el chico estaba de buen ver y que yo estaba necesitada, estaba empezando a ponerme un poco nerviosa. Pero hice caso omiso a esa parte de mí que siempre me mete en problemas con nombres y apellidos.
    
    - Se te ve muy joven para hacerte cargo de tantos cuerpos macerados por la edad. – Dejó caer que quería saber mi edad.
    
    - Bueno no te creas… tengo 30 años.
    
    - Vaya, aparentas menos.
    
    - Anda, gracias. – Sonreí, porque, aunque fuera mentira que me quitaran años, ya era un plus cuando el tres estaba en tu vida.
    
    - Y tu pareces muy joven para la habilidad que desprendes con las manos.
    
    - Llevo trabajando con mi madre desde que hice el curso, y actualmente tengo 35 así que echa cuentas.
    
    A estas alturas no sé el tiempo que llevábamos, lo que sé es que me había evadido tanto que había perdido hasta la sensación de estar ahogándome con mis propias tetas. Me removí un poco incómoda, intentando incorporarme sin querer dejar muy a la vista el pecho, porque aunque me había dejado una toalla para cubrirme, con lo patosa que soy al levantarme temía lo peor.
    
    - ¿Todo bien? – Paró mientras yo me removía.
    
    - Sí. – Respondí muerta de vergüenza – Es sólo que … bueno, me hago un poco de daño por la postura en el pecho.
    
    - Ah, claro. – Carraspeó. – si quieres me voy un ...
    ... momento y te incorporas y en unos minutos vengo y seguimos.
    
    - No, no. Sigue. – Y volví a aplastarme contra la camilla. – Es sólo que no entiendo porque no hacen estas camillas con dos agujeros también para las mujeres. Parece que sólo piensan en los cuerpos lisos.
    
    Le escuché aguantarse una carcajada, pero siguió con su trabajo sin más.
    
    Durante unos minutos largos estuvimos en silencio, estaba tan a gusto, tan relajada y tan tranquila, que no fui consciente de que me quedé dormida.
    
    Y en apenas esos minutos que dormí, confundí brevemente la realidad con el escenario de Morfeo. Sergio seguía masajeándome, descendiendo cada vez más por mi espalda, hasta llegar a mi cintura y bajar un poco la toalla que me cubría la parte de abajo. Sentí el líquido templado del aceite caer en mis nalgas y como sus manos me abarcaban mi culo enorme para esturrear y masajear esa zona. Me restregué levemente contra la toalla anudada delante, justo debajo de mi vientre. Gimoteé.
    
    Volvió a subir sus manos hasta mi cuello, agarró mis hombros y me indicó que me levantara para ponerme boca arriba, dejando mis tetas libres para que él las viera y las empezara a sobar dándome suaves y cálidas caricias que se deslizaban como si fuese seda por los aceites esenciales.
    
    Abrí las piernas. La toalla cedió y se metió entre ellas dejando ver parte de mis muslos, y entonces una de sus manos fue hasta uno de ellos, resbalando por él hasta perderse en el centro, por debajo de la tela y acariciarme con la ...
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