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HASTA LA CIMA - QUINTA PARTE
Fecha: 20/01/2022, Categorías: Infidelidad Autor: maia24, Fuente: RelatosEróticos
... rojo había desaparecido, y el salón se había vuelto un lugar sobrio, oscuro y sofisticado. No había más candelabros, ni alfombras rojas o libros de pintura. Ni siquiera la forma de las mesas era igual. Habían pasado de ser un círculo a formar un cuadrado. ¿Y cómo? Para el postre acudió el chef en persona para montar el platillo. Massimo me alertó con una voz casi ininteligible que se trataba del hombre que había pedido la inversión. Sin sorpresa, aquel hombre se acercó a la mesa y nos saludó como a dos comensales más. ¿No mencionaría el tema de la inversión? Me pareció tan apropiada la forma en que había manejado nuestra presencia que anoté mentalmente votar a favor de la inversión. El postre fue una obra de arte, literalmente. Para el montaje se colocó un mantel grisáceo y sobre de él comenzó a pintar con los ingredientes del postre. —Es sorprendente —aseguré—. Pero imagino que no escucha otra cosa más durante toda la noche. El hombre asintió en agradecimiento. —Es el objetivo —respondió—. Si a alguno de nuestros comensales no le parece la experiencia lo suficientemente extraordinaria como para sentir la necesidad de externarlo con nosotros, no tenemos la ejecución adecuada. —No necesariamente —objeté—. Podría ser que el comensal en cuestión sea reservado. —Nuestra experiencia inhibe incluso al más tímido —respondió—. Justo como el pecado lo hace en cada uno de nosotros. Mientras salíamos del restaurante Massimo repitió las palabras del chef con ...
... un tono que me hizo reír. Recibimos la frescura de la noche entre risas y, de pronto, sentí que la tierra bajo mis pies se movía de tal forma que Massimo tuvo que evitar que perdiera el equilibrio tomándome por la cintura. Todo sucedió muy deprisa. Massimo me abrazó contra su pecho y yo respiré su aroma. Olía a madera, sándalo y musgo de roble. Inhalé profundamente y descubrí mi propio aliento. —¿Cuánto he tomado allá adentro? —pregunté. —Lo suficiente para que te tiemblen las piernas —respondió y me alzó entre sus brazos. No objeté. La sensación de los brazos de Massimo sosteniéndome encendieron el mismo interruptor que solía encenderse con Adrián, incluso con Marena. Esa necesidad que se acrecentaba en mi vientre y se volvía tan imperante que me nublaba los sentidos y no me permitía pensar en algo más. Deslicé la palma de mi mano sobre su pecho, gesto al que Massimo respondió con un suspiro. No me miraba, pero yo a él sí. Alcé la mano y acaricié el perfil de su mandíbula. Los grandes pasos de Massimo alcanzaron la limusina, el conductor le abrió la puerta y Massimo me introdujo en el interior del vehículo con cautela. Me acomodé en el asiento y exhalé sintiendo el calor del alcohol en mi sistema. —¿Massimo? —murmuré. Massimo se volteó para mirarme con los ojos oscurecidos, el rostro endurecido por un deseo reprimido. Mantenía una distancia prudencial y entrecerraba los ojos, como si yo fuese un tipo de material inestable que podría desestabilizarse en ...