Venganza consumada y angustia resuelta
Fecha: 25/01/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos
- “José me invitó a cenar, simplemente para recordar viejos tiempos. Me dejás?
- “A mi lado nunca dejaste de ser libre. Yo no tengo que autorizar ninguna actividad que desees realizar. Ahora, si me pedís opinión sobre esa cita, creo que no conviene que vayas”.
- “Por qué, acaso no nos tenés confianza?”
- “A vos sí, a él no lo conozco. Te doy una solución, decile que sí, que podemos salir a cenar en familia, él con su esposa y vos conmigo. Si no tiene segundas intenciones seguramente va a aceptar”.
- “No tengas miedo, soy fuerte y si intenta algo lo sabré parar”.
- “Te garanto que no tengo miedo. Lo que no desearía es perderte. No dudo de tu fortaleza pero todos los humanos tenemos nuestro momento de debilidad. Muchas fortalezas hay caído en un abrir y cerrar de ojos”.
José y mi esposa, Ana, habían tenido un noviazgo de unos nueve meses, que finalizó cuando él fue sorprendido con otra. Tiempo después la conocí, congeniamos, no enamoramos y resolvimos casarnos. La nuestra fue una buena relación, con los altibajos naturales, cimentada en la mutua confianza, lo que permitió llegar sin problemas a estos ocho años de matrimonio.
Ella trabaja en una empresa de buen nivel, tiene un puesto de cierta jerarquía con muy buena remuneración. Yo, Alejandro, tengo un taller de electrodomésticos en sociedad con mi hermano y mis ingresos me permiten una vida holgada, con posibilidad de ahorrar algo, aunque gane un poco menos que mi esposa. Vivimos en una casa que ...
... heredé de mis padres antes de casarnos y no tenemos hijos, por ahora.
Hará unos cuatro meses reapareció José, justo en un cargo gerencial en la empresa de Ana, quien me lo contó apenas sucedido. No le di mayor importancia pues ella tiene una personalidad bien afirmada y es capaz de poner en vereda a cualquiera. De todos modos, sabiendo los antecedentes del sujeto, le advertí que no sería raro de parte de él algún avance, tratando de superar lo meramente laboral. En caso de darse esa posibilidad le aconsejé no permitir acercamiento alguno, porque cuando la pendiente es pequeña pero continuada, uno, de golpe, se da cuenta que está donde no quiere y de donde le resulta casi imposible regresar. Más aún, en caso de asedio persistente, le pedí avisarme sin demora y ahí me encargaría de hacerle saber, manera contundente, que no debía molestarla.
Cuando me hizo la consulta sobre salir a cenar, los dos solos, supe que mis sugerencias, consejos y advertencias habían caído en saco roto, y el fruto estaba maduro para que el paciente recolector se lo comiera de un bocado.
Eran las tres de la madrugada cuando llegó. Yo miraba televisión cambiando canales, pues en nada lograba concentrarme. Su cara denotaba cansancio y el saludo fue atípico, ya que no existió el beso acostumbrado.
- “Por fin estoy en casa”.
- “Cómo te fue en la reunión?”
- “Muy bien, nos demoramos porque fuimos a tomar una copa a otro lado”.
- “Me alegro por vos. Y cómo le fue a nuestro matrimonio en ese ...