1. Beatriz y Carlos, casualidades.


    Fecha: 28/01/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... contaba a Carlos, que por cierto se encendía. Él seguía insistiéndome que me mostrara más a los compañeros o incluso a los clientes, con preferencia por los viejecitos, se ponía como loco. Como el día que fui a desayunar con unas amigas y en la mesa de enfrente había un señor bastante mayor tomando café. Desde el primer momento en el que lo vi lo consideré mi presa, sus ojos fueron de forma instintiva a mis piernas, por lo que aproveché para abrirlas como si fuera de forma descuidada, para separarlas a base de bien, jejejej…. No sé si el viejo tendría fuerzas para hacerse una paja pero cuando se lo conté a Carlos, Diossssssssss que polvo me echó, parecía que aquello no tenía fin. Y así innumerables situaciones con conocidos y desconocidos, especialmente con Alberto, que cada vez disimulaba menos cuando me comía con la mirada.
    
    Sara, sólo con decir su nombre me estremecía, y así lo mismo que me hacía llevar sus bragas, me pinzaba los pezones con pinzas de la ropa cuando estaba en su casa o me obligaba a hacerlo en la mía, desnuda, sólo con los tacones, todo lo más algún tanga. Por supuesto comenzó a ensanchar mi ano, por si acaso, me decía; la depilación total, me regalaba ropa interior tremendamente insinuante y de color rojo, decía que era el color de las putas y que era el que mejor me iba. Y tanto fue el cántaro a la fuente que al final una tarde de jueves, tarde en la que librábamos las dos, comí en su casa, nos excedimos en las copas y terminamos en la cama pues ...
    ... Alberto no debería de volver hasta la noche. Me estaba haciendo el amor de forma tremendamente extraña, lo mismo era el ser más dulce como se transformaba en la más sádica de las amas, lo mismo me llevaba al placer por el placer como al placer por el dolor. Me sentía borracha tanto por el vino como por sus manos, por sus besos, por sus palabras, y lo que menos me esperaba es que en un momento indeterminado Alberto fuera actor secundario, pero actor real pues su mirada me taladraba desde la puerta de la habitación. Mi impulso fue automático, cogí la sábana y cubrí mi cuerpo y mi cara que teñida por un rojo intenso amenazaba con perder el conocimiento por la vergüenza que sentía por el asombro, el aturdimiento por la inmensa confusión.
    
    Sara empleó las mejores de sus armas, la astucia, para desarmar a una mujer perdida, confundida y desconcertada, perpleja ante lo que estaba ocurriendo en tiempo de vértigo pues Alberto, ese actor secundario, se convirtió en actor principal entrando con todos los honores en nuestra cama. Sus manos, su boca, su polla me palpaba por todas partes. Y si había algún hueco, éste lo cubría Sara con sus manos, su boca y su coño.
    
    Obnubilada, embelesada y hechizada por aquella enorme polla, mi coño se convirtió en un manantial de lujuria. Mis defensas, si es que en algún momento existieron, estaban desbordadas por lo que estaba viviendo y así me convertí en el centro de aquella escena en la que un Alberto imponderable cubrió mi cuerpo con su cuerpo, mi ...
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