1. Beatriz y Carlos, casualidades.


    Fecha: 28/01/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... llegues a tu casa, cuando te las quites, quiero dos cosas: una, que te masturbes mientras las hueles pensando en mí y otra que te las inventes esta noche para que él las huela mientras te lo follas”
    
    Mis dedos reptaron buscando mi húmeda vagina, mi mente recreó la escena del despacho y por fin resonó en mi pecho que el auténtico deseo es que Carlos hubiera estado a mi lado, que fuera capaz de acompañar mis deseos con sus manos, que sus ojos escudriñasen hasta el último poro de mi piel al erizarse con el aliento de Sara... Al final fue una intensísima explosión de placer, al final fue una intensísima sensación de frustración, ¿adónde me llevaba aquello? ¿Qué estaba haciendo con mi vida? ¿Acaso no era un engaño a Carlos? Y de mis ojos por vez primera escaparon lágrimas amargas.
    
    Fueron unos besos, unos dulces besos los que me despertaron. Había llegado Carlos y me encontró dormida. Como siempre, sus palabras fueron dulces susurros, su aliento acariciaba mi rostro, sus besos desperezaban mis ojos
    
    -Qué cansada debes de estar, mi niña. Y además qué regalo me tienes, con las bragas en la mano, jejejej… Ummmmmmmmmmmmmmmmmm y qué bien huelen. Joooooo, qué olor más intenso y enloquecedor. Me cautiva y me seduce hasta no reconocerme. Te deseo Bea, quiero hacerlo, necesito hacerlo, hacértelo porque me enloqueces.
    
    Me las había arrebatado de mis manos, su nariz era ahora quien las disfrutaba. Sentí el profundo deseo de sentirme pegada a su cuerpo por lo que comencé a ...
    ... acariciar sus muslos, su pecho, su cuello…, comencé a sentir sus besos, sus manos subiendo mi falda, sus dedos entrando en mí, su cuerpo presionando mi pecho, su descarga y todo eso sin apartar casi en ningún momento mis bragas de su nariz.
    
    Los días fueron pasando, las escenas se repitieron en muchas, quizá, en demasiadas ocasiones. El poder que tenía aquella mujer hacia mí era inmenso y el placer que sentía por dejarme dominar carecía de nombre, igual por lo difícil que era de entender. Lo único malo, la frustración por no saber compartir con Carlos mis extrañas sensaciones y mis ateridos deseos.
    
    Los encuentros en su casa se multiplicaron, aprovechando que Carlos era representante de una empresa que tenía una pequeña delegación en nuestra ciudad pero cuya central estaba a más de quinientos kilómetros de distancia, por tal motivo eran numerosísimas las ausencias, separación que cada día nos costaba más trabajo llevar, siempre teníamos la esperanza de que aquello terminase, de que no hubiera ninguna noche en la que su lado de la cama estuviera frío. Carlos lo llevaba mal no tanto por él como por dejarme sola, por no estar junto a mí todos los minutos del día, por eso nuestras despedidas estaban llenas de amor, de besos, de caricias interminables. Es difícil entender por qué no ponía remedio a aquella extraña situación aunque yo me autoconvencía de que como no era con un hombre no había infidelidad. De todas formas aquello me servía para crear escenas imaginarias que luego le ...
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