1. Lucía (Cap. III): Un inesperado sacrificio


    Fecha: 29/01/2022, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Manuman, Fuente: CuentoRelatos

    ... trataba, me dijo: -No te preocupes. Voy para allá- Colgó el teléfono y por alguna razón, en aquél momento presentí que todo estaría bien.
    
    Hacía poco más de 17 años que Jennifer y yo nos habíamos conocido. Nos casamos hacía 16 y nos divorciamos cuando nuestro único hijo recién terminaba la secundaria, con 15 años de edad.
    
    Recuerdo que aquella lejana noche de fiesta, al principio de mi segunda década de vida, vi llegar a Jennifer y me enamoré inmediatamente de ella, de su frondoso cuerpo de pechos bien dados y de su pose de mujer “de mundo”, siempre vistiendo formal, con su cabello castaño atado o trenzado de formas a veces caprichosas. Esa era mi chica, una joven muy linda, de 22 años, de carita redonda, nariz fina y una mirada traviesa en esos ojos verdes que uno no podía dejar de mirar. Jennifer es bajita (tiene 1.58 de estatura) y desde que recuerdo, estaba algo obsesionada con su peso, así que aunque se cuidaba mucho, no podía evitar tener unos kilos de más, lo que en realidad, más que ser un problema estético, realzaba el volumen de su delantera y el ancho de su cadera, de modo que uno jamás se fijaba en otra cosa que no fueran sus prominentes curvas –Si engordo, voy a parecer un enano- Solía decir ella cuando la invitaba a cenar y dejaba a medias lo que había ordenado. Lo cierto es que no hacía falta que Jennifer tomara tantas precauciones respecto a su dieta, porque era dueña de un cuerpecito que hacía fantasear a cualquiera.
    
    Por su cara bonita, el llamativo ...
    ... color de sus ojos y sobre todo, por la hipnótica voluptuosidad de sus pechos, había varios hombres interesados en Jennifer. Siempre los hubo, aun después de que se casara conmigo. Cuestión de la que invariablemente, me tenía bien enterado, pues durante nuestros pleitos de casados, Jennifer solía contarme de los tipos que “le echaban los perros”, (supongo que eso le alimentaba el ego de algún modo) aunque ya cuando las cosas se calmaban me juraba que jamás correspondió las pretensiones de alguno, incluyendo a su jefe, un hombre que incluso llegó a hacerme comentarios de cuán guapa le parecía Jennifer.
    
    El día de mi detención, mientras hablaba por teléfono con mi ex esposa, me pareció irónico encontrarme del lado de los acusados, esperando a que Jennifer me sacara de ahí. Había pasado infinidad de tardes en mi juventud, matando el tiempo mientras esperaba a que Jenny concluyera la jornada de su servicio para llevarla al cine, o a algún hotel cuando éramos novios. Solía pasearme por los pasillos del ministerio público, mirando con algo de morbo la angustia, el hartazgo y la furia de quienes terminaban, por un motivo u otro, viéndose en la necesidad de permanecer ahí, en donde ahora me hallaba en calidad de presunto homicida.
    
    Jennifer llegó al poco rato de nuestra llamada. Desde el interior de la caja de acrílico donde me encontraba, la vi pasar, saludando a los conocidos que le quedaban en el “MP”. Entre ellos, el fulano gordo y desaliñado que había tomado mi declaración. ...
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