Entre el sueño y la vigilia
Fecha: 09/02/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... llamó.
El teléfono sonó tres veces y por fin atendieron del otro lado con voz somnolienta.
La llamada duró muy poco tiempo porque en cuanto él escuchó su voz pidiéndole que fuera ya mismo a cogerla se despertó de pronto y supo que en instantes lo tendría en su cama celebrando ese llamado.
No pasaron más de veinte minutos cuando se escuchó el timbre de su departamento.
No se molestó en vestirse, simplemente corrió la cortina de la ventana de su habitación, sacó su mano y dejó caer las llaves como tantas otras veces había hecho.
Escuchó cuando él cerraba la puerta de entrada, bajó las escaleras desde su cuarto hacia la cocina y lo esperó detrás de la puerta del departamento.
En cuanto abrió no se dijeron ni una sola palabra. El tiró las llaves sobre la mesa y ella se dejó empujar contra la pared, abriendo la boca para que él pudiera comenzar a invadirla con su lengua mientras ella misma tomaba una de sus manos y la apoyaba en su concha para que él pudiera notar el nivel de su calentura.
Siempre le habían gustado sus dedos largos e inquietos, le encantaba sentir cómo se metían dentro de ella y se movían desesperados entrando y saliendo, favorecidos por la gran cantidad de flujo que fluía sin parar mientras que la lengua no dejaba de entrar y salir de su boca, le lamía la cara, le mordía los labios y aguardaba ansioso que ella misma le ofreciera sus pezones para mordisquearlos hasta dejarlos hinchados y ardiendo.
Se estaba dando una lucha sin cuartel entre ...
... los dos, estaban desesperados por tocarse, calentarse mucho más, cogerse de cualquier manera, elevar el placer del otro hasta acabar desmayados donde fuere, en el piso de la cocina o en el medio de la cama.
Sus piernas estaban tan abiertas que él podía colocar prácticamente toda su mano y acariciarla con los dedos abiertos mientras sentía que su pija ya había sido liberada de la presión de los jeans y esas manos pequeñas, casi heladas y muy suaves la sostenían firmemente haciéndola crecer con cada pequeño tirón que le daba al masturbarlo.
Así, uno dentro del otro, comenzaron a subir hasta la habitación. Se detenían en cada peldaño de la escalera para morderse, respirar, escuchar los gemidos de ambos y los pedidos hechos con las voces roncas por el más absoluto y primario de los deseos.
Se conocían tanto que no era necesario guiar las manos o la boca del otro para obtener el placer más grande de todos pero aún así los calentaba mucho hablar, pedirse cosas y ser absolutamente obscenos mientras cogían. Era casi como un ritual, en cuanto sus pieles se tocaban se convertían uno en la puta del otro y no les daba vergüenza reconocerlo, al contrario, los potenciaba mucho más.
Al llegar al borde de la cama ella se dejó caer sobre las sábanas revueltas pero sin acostarse, solamente su espalda quedó apoyada sobre el colchón y sus piernas tocando el piso mientras que él quedó parado mirándola con la sonrisa más perversa que ella ya conocía de memoria.
Al tiempo que miraba ...