1. ¿El desconocido?


    Fecha: 20/02/2022, Categorías: Sexo en Grupo Autor: NoeliaMedina, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuerpo, el rostro y los labios mientras se la follaba como la bestia enjaulada en la que se había convertido. Natalia, encantada, le pidió entre jadeos entrecortados que no parara, que no parara, que no parara.
    
    Con un gruñido final se corrió en su interior, seguro de la protección, y salió con rapidez para mirarla una sola vez a los ojos verdes antes de guardarse el falo en el pantalón sin desprenderse del preservativo y marcharse con esa rapidez que se aleja un hombre arrepentido.
    
    No se había percatado, pero muchos de aquella sala habían estado observando la escena maravillados. Era como si la estancia se hubiera impregnado del necesitado deseo de aquel tipo que unos conocían y otros tantos no.
    
    Natalia, jadeante, lo vio desaparecer. Contempló cómo caminaba con pasos firmes, abría con furia y cerraba de un portazo. Una extraña sensación seguía siendo dueña de su interior, como si algo la uniera a aquel hombre, algo que se escapaba de su entendimiento. Pero la sensación desapareció con la misma velocidad con la que otros cuerpos la buscaron.
    
    ***
    
    Su móvil sonó. Lo buscó a tientas sobre la mesita mientras mascullaba un par de insultos. ¿Quién cojones llamaba a aquellas horas?
    
    Tras la noticia, se vistió con toda la rapidez posible, cogió lo necesario y salió de casa. No sin antes soltar un improperio mientras pegaba un portazo. ¿A quién se le ocurría meterse en un lío de tal calibre y encima con una ...
    ... periodista? A ella, solo a ella. Inevitablemente, pasara lo que pasase, aquel caso sería mediático.
    
    Natalia lo vio llegar y suspiró aliviada. ¿Cuántas horas llevaba allí metida? Ni lo sabía. Solo recordaba salir de aquella villa privada, encontrarse con una paparazzi y discutir con ella para que dejara de grabarla y de preguntar. Por una vez, por unas horas, por un día. Tranquilidad, solo quería tranquilidad. Vivir sin ser perseguida, juzgada o cuestionada. Después, como una bestia, los golpes que le había dado por haber seguido grabando. La periodista en el suelo. La policía llegando. Las esposas. El calabozo. Frío. Resaca.
    
    Por suerte, su abogado había llegado para sacarla de allí, como había tenido que hacer en algunas ocasiones. Demasiadas, quizá.
    
    Se levantó, entusiasmada, y se pegó a la reja mientras su abogado realizaba los trámites correspondientes con el policía de guardia. La miró con el tono de reproche que solía hacerlo, mezclando la burla con el cansancio, y ella puso cara de niña buena. Durán le dio las gracias al policía, cogió su maletín del suelo y anduvo junto a él hasta la reja que estaba a punto de liberar a Natalia Arias. Entonces, la mirada de ambos cambió.
    
    Él estaba imaginándola en otra situación, con las esposas puestas.
    
    Ella acababa de descubrir las pequeñas notas musicales tatuadas en tres de sus dedos. Esos mismos dedos que había chupado horas antes, impregnados de su propio sabor. 
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