Mi hija y yo somos yo y mi hija
Fecha: 22/02/2022,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos
... win-win.
Me desnudé y vi que Yuri se quitaba el sujetador para dormir, supongo que es un engorro, por lo que comenta mi mujer, y el suspiro de alivio que suelta cuando se lo suelta, al llegar a casa. Pechitos pequeños pero monos, apenas despuntaban, pero con unos pezones oscuros y que enseguida reaccionaron cuando los toqué, confieso que con algo de respeto. Respeto el que me dio la sensación, que no fue sólo allá en los pezones, sino el resto del cuerpo, un cosquilleo que ahora no era eléctrico, sino biológico. Bajé las manos de los pezones a la cadera, sólo tocando con la yema de los dedos, y comprobé que el hormigueo placentero me acompañaba. Me toqué un poco más y aumentó el gusto, seguramente porque a mí me estaba poniendo cachondo el ver cómo me movía en el espejo.
La vulva de Yuri estaba despejada, depilada muy bien, y, después del baño, estaba todo limpio y perfumado. Allí fue a investigar. Me acerqué al espejo, me senté en el suelo para tener mejor visión y fui separando con los dedos las partes que iba encontrando, y luego metí esos dedos en misión de exploración. Lo que allí encontré me era conocido, claro, de mi mujer, pero esto estaba todo nuevo, a estrenar. Cómodamente sentado me puse a frotar, y, animado por mi imagen nueva en el espejo, tuve un orgasmo muy pronto, empezaron a temblarme las piernas, se me aceleró la respiración, se me agitó el corazón, me llevé un gusto de muerte.
Descansando en la alfombra, mirando al techo, pensé que ahora que ya ...
... tenía esta primera práctica bien podía hacerlo más cómodamente. Me subí a la cama y me empecé a sobar los pechos, que, con la juventud, respondieron enseguida. Vi que había crema, y la apliqué para aumentar la suavidad. Qué fresca estaba, y cómo me gustaba. No llegaba a chuparme las tetas, no tenían bastante tamaño. En fin, no se puede tener todo.
Comencé a frotarme otra vez, y aquello iba en aumento. Estaba todo mojado, tanto que mojé la sábana y todo, pero yo seguía, metiendo los dedos, frotando, lo más que podía, pero, claro, se cansa uno, a pesar de que el deseo era mucho. Yo seguía chof, chof, adelante, venga a soltar líquido, me iba a deshidratar. Estaba cansado, y entonces vi que la puerta se entreabría y se asomaba un ojo, y bajo el ojo una boca que se abría mucho. Era Yoshi, mi hijo.
Sin pensarlo, lo llamé.
—Yoshi, ven acá.
Abrió la puerta y entró, asombrado de lo que veía.
—Pero Yuri, ¿qué haces, sabes el ruido que se oye en el pasillo?
—Ayúdame, no te puedo explicar. Trae la mano.
—¿Qué?
—La mano, venga.
Me dio la mano, metí lo que pude en la vagina y le ordené:
—A meter y sacar la mano hasta que te diga.
Le sujeté fuertemente la mano y le enseñé a qué me refería. Intentó sacar los dedos que tenía dentro, pero le miré fijamente y le amenacé con que le diría a papá (yo) que le cortara Internet porque nada más que veía vídeos porno, producto nacional, eso sí, que en casa somos patriotas. El asombro y aquella situación seguramente le ...