HASTA LA CIMA - SEGUNDA PARTE
Fecha: 25/03/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: maia24, Fuente: RelatosEróticos
... tiempo.
Cuando el albino quiso incorporarse a la escena, Marena negó.
—Solo mira —ordenó regresándolo a su asiento en un solo empujón.
Al albino estaba por reventarle la bragueta.
Marena se deshizo de mi blusa en un solo movimiento. Mis senos salieron sin tapujos y se mostraron cuán excitados estaban, erizados y con los pezones endurecidos. Mar sonrió y me tomó por la cintura acercándome a ella y recorriendo mi piel con su lengua, alcanzando mis pezones y mordisqueándolos con astucia. De mi garganta brotó un gemido dócil, agradecido. Me rendí a Marena con totalidad. Era tan suya como podía serlo de Adrián. ¿Qué tan normal podía ser algo así?
Fue entonces cuando el albino sacó un bolígrafo del saco que había hecho a un lado y lo que me pareció ser una cartera.
—Quiero que hagan exactamente lo que yo les diga —declaró sin rodeos—. Les pagaré bien.
Marena se detuvo un momento para preguntarme al oído entre jadeos suaves:
—¿Quieres hacerlo?
—Adrián debería de estar aquí... —musité, mi voz sonando como el ronroneo de un gato extasiado.
—Y de todas formas ya has comenzado sin él aquí —dijo ella.
El albino habló deslizando el cheque por la mesa hacia nosotras. El monto del cheque estaba escrito por mil euros. Las mejillas se me sonrosaron por la cantidad. Aun así, pensaba que Adrián debería de estar ahí.
—Quiero que cada una tome una silla, las pongan frente de mí y se sienten hombro a hombro —una vez hecho, el albino miró a Marena—: Quítate la ...
... blusa y el sostén.
A Marena le parecía divertida la escena, dejándose llevar por esa persona que vivía dentro de ella y le brindaba un rostro a la lujuria.
Marena lo hizo, despacio, dejando ver su piel canela que contrastaba con el sostén blanco que llevaba encima. Descubrió su cuello jalando la melena castaña para dejarla por encima del hombro derecho, deslizó los tirantes del sostén hasta dejarlos caer por sus brazos y finalmente lo desabrochó. Lo tiró a un lado dejando a la vista sus pechos firmes y sus pezones sonrosados.
—No quiero que mires a tu compañera —dijo el albino mirándome directamente—. Quiero tus ojos puestos en mí.
El albino era un hombre atractivo en el medio de los treinta y los cuarenta años de edad. Aunque su cabello, las cejas, las pestañas e incluso la barba de candado eran casi blancos, los ojos de un azul macilento y la piel tan fría que parecía ser una fina capa de hielo sobre el flujo sanguíneo, algo en su aspecto manaba una calidez parecida a la de Marena. Le correspondí la mirada al albino y me ofreció una media sonrisa.
—Desabrocha tu pantalón —ordenó y obedecí—. Abre las piernas, mete tu mano y tócate.
Mis dedos se resbalaron por mi vientre hasta que alcancé el borde de mis bragas. Abrí las piernas un poco más y dejé que mis dedos se sumergieran en la humedad de mi entrepierna.
—Acaríciate —exigió —. Y déjame escucharte.
Mientras las ansias surgían suavemente desde mi garganta, el albino me miraba a la vez que se deshacía ...