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HASTA LA CIMA - SEGUNDA PARTE
Fecha: 25/03/2022, Categorías: Infidelidad Autor: maia24, Fuente: RelatosEróticos
... energizante para cada quien. Aunque la paella valenciana se trataba de un platillo popular en toda España, jamás había tenido la oportunidad de probar una. Tomé mi plato y mi bebida y salí a comer —como todos— al aire libre. Me senté lejos de todo el mundo en un corredor desolado y devoré hasta el último grano de arroz. Podía jurar que Massimo no tenía idea de esto, sobre todo por su comentario de “nadie aquí ha probado bocado ni lo hará por el resto del día porque conoce cada una de sus responsabilidades” , cosa que hizo que disfrutara más de todo lo que me habían servido. A la media hora Marcela nos reunió para comenzar con todo lo que el evento en sí requería. Dentro de mi cabeza pensaba que la decoración no podía ser más que unos cuantos globos y mesas con aperitivos, pero cuando Marcela nos platicó a las geishas el escenario final que se debía crear me parecía que nos iba a faltar tiempo. Y mucho. Lo primero que pensaba hacer era tapizar las paredes y los ventanales de los cuatro salones con unas cortinas largas que oscurecieran toda la planta baja. El problema y la locura estaba no en el número de paredes que se tenían que tapizar —o el número de ventanales—, sino en la altura de cada uno de los salones. Alrededor del candelabro —¡del candelabro a seis metros de altura! — se tenían que colgar algún tipo de flor aromatizante, y del resto del techo luces que dieran la ilusión de ser estrellas. Alrededor de cada salón se colocarían sillones para formar ...
... pequeños conjuntos de mesas, y sobre de ellas iría en el centro un kiosko en miniatura con una vela dentro. Marcela habló de servilletas y la forma correcta de hacer los dobleces en ellas, de velas y árboles dentro de los salones. La peor parte se la llevarían las geishas del cuarto salón a las que les tocaría montar un río —¡un puñetero río! — en el medio del salón. Según Marcela, el río representaría los sueños de los niños desamparados. Por supuesto que yo no era experta en caridad, y mucho menos en hacer que personas asquerosamente poderosas se fijarán en las zonas del mundo que imploraban atención. Sin embargo, me parecía de mal gusto que tanto lujo pretendiera darle voz a la necesidad del mundo. La necesidad no se vestía de lujo ni mucho menos resultaba cómoda. Por suerte fui parte de las geishas que se encargaron de la zona del jardín. El concepto era algo simple; un lugar en el que los invitados pudiesen tomar asiento al aire libre, pedir algo de tomar o quizá fumar un cigarrillo. Por ende, la decoración fue mucho menos pesada y más sencilla. A lo largo de todo el jardín levantamos arcos de madera con sombrillas blancas y luces en cada una de ellas. Las geishas que estaban conmigo y yo alargamos la tarea tanto como pudimos para evitar ser arrastradas al interior y finalizar la estúpida tarea del río artificial —por ahí se escuchaba que era un completo desastre—. Pero como mi mala suerte era bastante, Marcela terminó saliendo por apoyo y, ...