1. Hechos durante la represión


    Fecha: 07/04/2022, Categorías: Hetero Autor: campillo, Fuente: CuentoRelatos

    ... desencadenado una lujuriosa situación, que nos alteraba a ambos. Volví la cara al frente; Héctor no se movió. Tenía en mi mente la imagen de esa hermosa figura que era Héctor, y su hermoso y erecto miembro. Todo era hermoso y mi cuerpo comenzó a sentirlo con fuerza arrasadora. Él me acariciaba la cabeza sobre el pelo.
    
    Me paré frente a él, movida por no sé qué impulso; era pequeñita para su tamaño y sin decir una palabra nos abrazamos, en una mezcla de dolor y lujuria. El dolor cedió el paso y toda la lujuria del mundo se instaló entre nosotros. Nos miramos y nos besamos profundamente y nos acariciamos con pasión, sin que yo soltara su pija, que había tomado en mis manos y meneaba con ternura. Nada se había premeditado, pero la situación nos fue llevando.
    
    Suavemente nos fuimos acostando en la cama. Héctor, se instaló entre mis piernas y me la metió profundamente. Se movió suave y profundo, hasta que acabó copiosamente en mi interior, para luego quedarse encima de mí sin sacarla, mientras me besaba y me lamía la cara. Yo lo disfrutaba enormemente y no me quería mover, ni que él se saliera.
    
    Así, nos quedamos abrazados un rato, con él encima mío, hasta que la naturaleza nos dio nueva energía y volvió a moverse, hasta llenarme otra vez.
    
    Luego la sacó y se acostó a mi lado. Ninguno de nosotros se atrevía a hablar, ni sabía qué decir. El primero fue él, que me dijo:
    
    -Lo siento, no me pude dominar.- Por noble que fuera su expresión no era justa. Yo también había ...
    ... participado, lo había consentido y lo que es más, lo había gozado. Se lo hice saber.
    
    -Sí, pero eres la mujer de mi amigo-, se explicó, afligido. -No debería...-. Nada le contesté, ni me moví. En realidad, no sabía qué hacer, ni cómo salir de la situación. Sabía que tenía razón pero en el arrebato no me había acordado ni de mi marido, ni de su mujer, y a decir verdad había sido un arranque pasional, lleno de irracionalidad.
    
    Entre tanto, seguíamos acostados y desnudos. Aunque no quisiéramos, nuestra piel se rozaba y nuestros sentidos se iban turbando nuevamente. Al poco rato, le rocé la pija con mis dedos. Estaba parada. Nos miramos profundamente y una vez más me besó, y desató en mi una calentura fenomenal. Me metí abajo suyo, lo atraje arriba y le pedí:
    
    -Cógeme-. Héctor no lo dudó y me la metió nuevamente. Nos movimos, acoplados, con mis pies cruzados a su cintura, trayéndolo lo más profundamente posible, hasta que acabó nuevamente.
    
    Héctor parecía incansable; yo comencé a sospechar que le hubieran dado algo. Porque en verdad, en el tiempo que estuvo en la celda conmigo, no dejó de estar siempre excitado y dispuesto a metérmela. No sé cuánto tiempo estuvimos juntos, ya que del ventanuco no entraba luz del día, y la iluminación era continua, pero durante ese tiempo no dejamos de copular incesantemente, atenaceados por la vergüenza y llevados por la pasión.
    
    Estábamos en pleno acto, yo tirada en el camastro y él encima en posición misionera, en el enésimo polvo, cuando ...
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