1. El polígrafo sexual


    Fecha: 11/04/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: NoeliaMedina, Fuente: CuentoRelatos

    ... podía apreciarse en una imagen que dichos cables debían colocarse como le había indicado.
    
    Para enseñárselo mejor, se acercó a ella. Mucho.
    
    Lara pudo apreciar el olor de su colonia, fresca y varonil, inmiscuyéndose en sus fosas nasales. Por primera vez desde que lo conocía, no le había olido a «azufre».
    
    ¿Seguía siendo un diablo?, sí. ¿Lo odiaba?, posiblemente. Pero esa habitación, esa silla y las palabras que le había relatado hacía poco sobre su persona, se le habían quedado grabadas a fuego: «Has preferido quedarte con una imagen que no me corresponde».
    
    «¿Y si lo que pasa es que me gusta y como una niña reacciono de esta manera? No, imposible. Es un capullo cerebral».
    
    Sin pensarlo dijo la frase que seguramente podía cambiarlo todo:
    
    —Ya que parece que eres tan listo, y un experto en polígrafos, ponlos tú.
    
    —¿Estás seg...?
    
    —Ni se te ocurra sobrepasarte o te giro la cara, listillo.
    
    —Lista eres tú, que con la excusa quieres que te roce las tetas.
    
    —Más quisieras. Venga, colócalo todo como en el libro de instrucciones y empecemos.
    
    Para poner los dos sensores que se había colocado mal, Daniel se posicionó detrás de ella. Subió un poco el primero hasta la parte inferior de los pechos, llegando a notar la copa del sujetador. «Una noventa, mínimo», pensó, y se explayó para dejarlo perfecto, pudiendo disfrutar imaginando cómo sería tenerlos delante de él, sin ropa que entorpeciera tal efecto.
    
    Ella fingió no haberse despertado con su roce, pero no era ...
    ... cierto. Había notado la pausa de las manos masculinas sobre su piel y su corazón se había acelerado paulatinamente. Garrido le dio la vuelta a la silla y se colocó frente a ella. En silencio, se agachó para quedar a su altura y comprobó que estuvieran bien sujetas las pequeñas cintas con velcro que debían rodear dos de sus dedos. El hombre, al elevar la mirada, chocó con los ojos verdes de ella, que lo observaban sin pudor. Ambos, como chiquillos incómodos, apartaron las miradas.
    
    —Bien —dijo mientras se levantaba. Se apoyó sobre el filo de la mesa y cogió otro de los folios—. Aquí es donde hay que apuntar las respuestas certeras y las falsas. Vienen sugerencias determinadas: preguntar por el nombre y apellido, la edad, el color de pelo… ¿Lista?
    
    —Sí —respondió Lara con calma y un leve asentimiento.
    
    —¿Tu nombre y apellido son Lara Martínez?
    
    —Sí.
    
    De las dos lucecitas que disponía el aparato, se encendió la verde.
    
    —¿Tienes dieciocho años?
    
    Ella alzó las cejas.
    
    —No.
    
    La luz verde volvió a encenderse y ambos miraron el aparato con más interés del inicial.
    
    —¿Tienes veintisiete años?
    
    —Sí.
    
    De nuevo, la luz verde. Aunque Lara no la apreció; estaba preguntándose por qué Daniel Garrido sabía su edad.
    
    —Me aburro. Cambiaremos la dinámica. ¿Llevas las bragas puestas?
    
    —No pienso responder.
    
    —Tienes que hacerlo, lo dice el Súper.
    
    —No.
    
    —Vamos, Martínez, solo es un juego… Relaja ese cuello y baja el hacha de guerra por una vez en tu vida. Nos ha ...
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