1. Sesión golfa


    Fecha: 11/04/2022, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... la dejó irse de allí, y mientras se producía la retirada de su soldado alicaído y cansado, un nuevo actor hizo acto de presencia, y la joven aprovechó el descuido tal vez concienciado del hombre para enfrentarse a él, y adueñarse del objeto que había insinuado en sus caderas.
    
    Mirándole a los ojos, atravesada por los pardos de él, y por los intringantes de uno de los actores de la película, la joven apoyó sus hombros en la pared, y separó sus muslos para ofrecer una cálida bienvenida al dildo morado con pequeños bulbos en el tronco que el hombre había estado ocultando en su bolsillo todo el rato.
    
    Su as bajo la manga, como el bribón de Bilbo había hecho con un confiado Gollum, y al igual que aquella malvada criatura había observado con hambrientos y malévolos ojos al agitado hobbit, Ricardo se sentó cómodamente en una de las butacas, volviendo sus ojos hacia la desnudez expuesta de la chica, cuya cintura se retorcía con los movimientos de su pericia con el dildo.
    
    Entrecerraba sus ojos, presa del placer, sintiendo la mirada arrdiente e idolatrada del hombre fascinada con su desvergüenza y exhibición, ...
    ... y cuando el orgasmo sacudió todo su ser, y las piernas le temblaron como un flan hasta casi dejarla sentada en el suelo, ella buscó el agradecimiento de sus ojos y sólo halló el vacío de su presencia.
    
    Asintió en silencio, y aprovechó la oportuna oscuridad de la sala para volverse a su sitio, y recoger sus ropas. Tras ello, se arregló un poco el cabello, y recogió el inmaculado sobre que había quedado abandonado en su butaca, sabedora de que jamás olvidaría a aquel enigmático maduro.
    
    Fuera, la noche refrescó el ardor de su rostro, y fue caminando hasta sumergirse en la oscuridad nocturna y el silencio de las calles, roto por el chirrido de los neumáticos en la calle; sin volverse ni una sola una vez, aunque sabía que sus ojos seguían el contorneo de sus caderas, y las suaves sacudidas de su cabello en sus hombros. Y así se marchó, preguntándose si su recuerdo persistiría, o sería reemplazado por otra, tal vez más guapa, con mejores atributos o mayor descaro y entrega. El vanidoso orgullo del actor, se dijo a sí misma. O, tal vez, el traicionero recuerdo de la añoranza de sentirse atendida y valorada. 
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