Una decisión difícil
Fecha: 19/04/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos
... Fisherman’s Wharf, muelle 41. El nombre del yate es “Anabelle”. Lo encontrarás enseguida. Es el más grande.
—Le has puesto tu nombre.
—Sí, —le respondió con una cómplice sonrisa—. Nos vemos esta noche en la fiesta. ¡Ven elegante! —le guiñó un ojo y regresó con su marido que permanecía en el grupo, en el que ya estaban todos prestos a subir al barco de regreso.
Anabelle regresó con su esposo y se sentó junto a él en el barco. Sofía lo hizo apoyada en la borda intrigada por cómo podría ser la fiesta. Como dijo Anabelle, habría comida, evidentemente de la más selecta, champagne francés, toda clase de bebidas, drogas blandas y, por lo que dedujo, posiblemente habría algún tipo de servicio sexual, tanto para hombres como para mujeres, lo cual despertó su curiosidad e interés.
Sofía se acicaló a conciencia. Quería causar buena impresión a los invitados de la fiesta y, sobre todo agradar a Anabelle, con la cual empatizaba, y con la que se estableció cierto feeling. Cogió un taxi que la llevó a Fisherman’s Wharf y la dejó en el muelle 41 y, como Anabelle dijo, no le fue difícil encontrar el yate que llevaba su nombre.
Le entregó la tarjeta al guarda de seguridad que había en la pasarela y, muy amablemente, la hizo pasar para que la cruzara y accediera al impresionante yate de 100 metros de eslora y cuatro pisos de altura. Al otro lado de la pasarela, estaba el que se suponía que era el sobrecargo, y la acompañó al salón donde la gente había empezado a comer y a ...
... beber, mientras hablaban unos con otros de forma distendida, al tiempo que una música de jazz de fondo amenizaba el ambiente. Sofía llevaba un vestido negro ajustado, con un abrigo por encima que le cogió uno de los camareros para guardárselo.
Para el tamaño de aquel enorme yate, pensó que habría mucha más gente, pero eran sólo diez parejas, ella y cuatro camareros que atendían los menesteres de los invitados. Se preguntó para qué quería aquel magnate un yate tan grande si sólo viajaban por la costa de forma esporádica él y su esposa y, como mucho, su círculo de amistades más próximo. Al parecer, no había nada como un superyate para pasar automáticamente al “top”, de modo que, cuanto más grande y menos práctico, mejor. La embarcación tenía piscina, helipuerto, discoteca, gimnasio y, en la parte inferior del casco, un indestructible cristal transparente que permitía ver el fondo del mar. Lo importante, sin embargo, no era sólo lo que tenían y su tamaño, sino dónde se dejaban ver. Solían preferir puertos destacados, con bares y restaurantes para asegurarse un público del mismo estatus que ellos.
Anabelle fue a recibirla.
—Hola Sofía. Estás bellísima —le dijo dándole dos besos.
—Tú también lo estás —le hizo saber de igual modo lo atractiva y elegante que iba.
Anabelle llevaba un vestido gris ajustado al cuerpo, con un fajín hecho con la misma tela del vestido. Tenía una abertura que, cuando caminaba, dejaba ver su larga pierna hasta, casi su ingle. El vestido mostraba ...