El patio de mi casa
Fecha: 20/04/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: LilithDuran, Fuente: CuentoRelatos
Cuando me mudé al piso donde vivo ahora, nunca imaginé que acabaría gustándome tanto. Es más, al principio lo compré de manera apresurada. Salía de una relación horrible y después de vender el piso donde mi prometido me la jugó con una amiga suya, me compré este sin pensarlo dos veces.
La cosa era que no tenía donde caerme muerta, volver donde mis padres no era viable, ya no están para que su hija pequeña se metiera en casa y con mi hermano mayor, olvídate. Hubiera sido curioso compartir piso con mis sobrinos que bordean la adolescencia, sus sobacos sudados, sus granos, sus pajas… ¡Joder! Ni de broma.
Lo dejé tal cual estaba, un poco anticuado la verdad, pero ya lo reformaría a mi gusto si seguía viviendo allí, que por lo que decía la hipoteca… así seria. Era pequeño, tenía dos habitaciones, un baño y una sala que no daba para mucho. Lo que menos me gustaba era la cocina, no por ser pequeña, tenía un tamaño normal, sino porque al ser un primero comunicaba directamente al patio interior.
Al principio no me di cuenta de que eso era una desventaja. Podía colgar la ropa en un lugar de unos veinticinco metros cuadrados que compartía a la mitad con mis vecinos de la otra mano. No estaba mal tener esa pequeña porción más de “terreno” con respecto a los demás, sin embargo, recoger toda la mierda que tiran… eso no es gracioso.
El primer año todavía me mosqueaba e incluso coloqué unos cuantos carteles para que los “guarros” (Sí, puse eso en el cartel) dejaran de tirar su ...
... “mierda” (también lo escribí). Sin embargo acabé por resignarme, mi vecina, una mujer muy amable que rondaba los cincuenta, me explicó que aquello siempre había sido así y no cambiarían.
Con la única familia que me hablaba eran con mis vecinos de A, los demás, solo eran los guarros que tiraban su basura al patio. Alguno se libraría, estoy segura, pero como eso no lo sabía, pues todos cerdos.
Sin embargo, todo eso está en el pasado, llegué al edificio con treinta y dos años… que joven era… ahora estoy al borde de los cuarenta y me parece que no he avanzado en nada. En el trabajo he prosperado, no obstante en las relaciones… un desastre. Me he resignado a no tener hijos, creo que con mis dos sobrinos ya voy contenta, no me veo con sesenta años teniendo a un adolescente de veinte. ¡Menudo horror!
Vamos al grano, que al final no os voy a contar como tener ese patio me trajo beneficios. Aunque al principio fue de lo más extraño y me llegué a preocupar, sin embargo, todo acabó a las mil maravillas.
El primer incidente sucedió… no lo recuerdo bien… diría que yo tendría unos 36 años, si no había cumplido ya los 37. Era un día de lo más normal, sin nada en particular. Salí al patio a recoger la ropa, recogiendo las pinzas que se les caían a los vecinos y agenciándomelas para mí. Algo bueno tenía que tener, en todo lo que llevo aquí, solo una vez compré pinzas.
El caso es que cuando me volví a meter en casa algo me asaltó a la cabeza. Miré en el cesto donde había metido ...