1. Pendeja perversa


    Fecha: 05/06/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    La vida se va jalonando con recuerdos y vivencias, gratas y de las otras. De las otras, mejor olvidarse, de las gratas, algunas más caras a nuestros afectos van quedando como gota de miel que endulza las que no lo han sido tanto, rebuscar esos momentos y compartirlos, es darles vigencia.
    
    Este recuerdo se muestra vívido, forma parte del inventario erótico personal, será gratificante recrear los hechos tal y como los recuerdo, para compartirlo con las mujeres que disfrutan del sexo con hombres mayores.
    
    Sea pues este testimonio personal, un reconocido agradecimiento para alguien que hoy transita por otro andarivel de la vida. Los hechos sucedieron de este modo:
    
    Mi hijo y sus compañeros se reunieron para organizar el tradicional viaje de fin de curso a Bariloche. No tuvieron mejor idea que venirse a casa, toda una tarde, varones y muchachas, hasta bien entrada la madrugada delineando proyectos e intercambiando opiniones acerca del futuro viaje que los despega a una importante etapa de sus vidas, para muchos una despedida de la adolescencia y adentrarse en estudios o tareas de crecimiento personal.
    
    Llegada la hora de marcharse, colaboré devolviendo a sus hogares a las niñas, en realidad es una forma graciosa de decirles, casi todo el grupo supera los dieciocho años y algunas de belleza y atributos contundentes, para hacerle los ratones y perder la cabeza al más pintado. Yo me ocupé de reintegrar a tres, a cuál más apetecible, pero ni pensar en “eso”, traté de ...
    ... comportarme como una persona de otro planeta, luchaba fuertemente por no verlas como el fruto prohibido, de no hacer caso de la serpiente haciéndome ver el color de la lascivia y pensar con la cabeza de abajo, prefería escuchar las virtudes que invocaba el angelito bueno, pero… bien sabido es que la codicia de la lascivia siempre triunfa sobre la virtud y la austeridad de la prudencia.
    
    Todas con el desenfado propio de festejar el fin de la adolescencia, con el “sex a peal” de mujer que se quiere beber el mundo de un sorbo. Ropas de fin de primavera, top ajustado y mini, muy mini, mostrando más allá de lo prudente y exhibiendo más de lo debido, no contribuía demasiado en calmar mi ánimo, ya de por sí soliviantado por haber escuchado sus juegos y comentarios bien subidos de tono buscando levantar el ánimo de los chicos, menos mal que los muchos estaban metidos en los detalles del viaje y no como este veterano luchando con la intención de pegarles una revolcada.
    
    Estábamos por llegar a la casa de Claudia, la última en cuestión. Rubiecita, todo picardía y sensualidad, toda ella emanaba un halo de tentación y pecado, manejaba sus encantos con la precisión de un médico realizando una cirugía a corazón abierto. Me hizo detener el auto, en una zona apartada, la nocturnidad permisiva autoriza el desliz. Me miró, se colgó del cuello, tomó mi cara en sus manos y besó, sus labios sabían tan dulce como no tenía memoria. Nada le costó para meterme la lengua en la boca, nos dimos unos besos de ...
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