1. Pendeja perversa


    Fecha: 05/06/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    ... ganas de más. Su voluntad y decisión pudieron más que todos mis miedos y prevenciones, accedí a que el viernes próximo nos diéramos con todo.
    
    No podía conciliar el sueño, andaba a palo, quería sacarla de mi mente, pero estaba presente en la humedad de mi sexo. En el conflicto de pasión y obligación, la pasión ganó por varios cuerpos en el sprint final.
    
    Llegó el ansiado viernes, la llevé a un telo. La desnudé casi a mordiscos, le dejé la piel toda besuqueada, lamida y hasta irritada fregando la barba sin afeitar de dos días. Los pechos firmes, coronados con de frutilla turgente, golosamente mamada y retenida en mi boca, recorrí la planicie del vientre dejando ensalivado el hoyito del ombligo, el matorral de pendejos trigueños mojados con la lengua ansiosa buscando el oasis fragante y salado para saciar el deseo de su sexo.
    
    En la ruleta del deseo encontramos el número de nuestro deseo: el 69. Trabajaba a destajo frotando el miembro, lamiendo y mamando, saboreando esa humedad previa de cuando adquiere la condición de hacerse merecedor a juguetear dentro de la cueva de todos los placeres. Lamía la vulva, abrí los labios vaginales con los dedos, la lengua hurga y explora, saborea los secretos guardados en el cofre de los pecados de la carne, cuando encerré el clítoris en mi boca, los dedos mágicos habían conseguido llevarla al séptimo cielo, su gemidos se atragantaron hasta sentir el contacto de sus dientes en el tronco carnoso de mi verga. Por suerte, me liberó para ...
    ... poder gemir todo lo necesario ese impetuoso orgasmo que ahogaba sus sentidos.
    
    La calentura aceleró los tiempos, pidió urgente tenerme dentro. La abrí de piernas y le apoyé la poronga en la entrada, empujé en ella, se resistió retrocediendo un poco diciendo que sentía dolor. No entraba fácil. Repetía, que a pesar de las ganas le costaba, por no tener mucha experiencia o por tan gorda.
    
    - Teneme paciencia, muero de ganas, anda despacio.
    
    Colaboró con voluntad y dedicado esmero en la cogida, hasta que fue entrando, resbalando por el estrecho pasadizo. Se sentía estrecho y lo disfrutaba a morir, sentía el rigor de la fricción, metisaca urgente, perentorio, abriendo y llegando al fondo de su sexo. No paró de quejarse y gemir durante toda la duración del polvo, estrujarse las tetas para soportar el angustioso asedio de la excitación que hormigueaba por dentro de sí.
    
    Gritó de placer por el orgasmo, apuré el movimiento, más rápido y más profundo, prolongando su orgasmo al máximo, demorándome el mío, mis momentos de gloria son durante el proceso de ir en pos de ese momento que corona el acto. Cuando consideré que la muchacha tenía suficiente, nos dedicamos al mío, entré en ella hasta el último momento.
    
    En ese momento supremo cuando llegar la hora de la verdad, de consumar el momento de gloria, un destello de lucidez me hizo recordar que no estoy habituado a usar forro (condón), que tampoco había usado los que el telo pone como cortesía de la casa. Me retiré de su conchita y ...