El regalo: Un antes y un después (Segunda parte)
Fecha: 28/04/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... función.
—Tan solo me abrió la puerta, para luego ordenarme sin tan siquiera saludarme, que me desnudara. Así lo hice, pero te aseguro que, aunque ahora lo encuentres así, el pobre no fue capaz de nada. Se me echó encima pero su verga no se le paró. Mi deber era hacerle pasar un buen rato por lo que me arrodillé y se lo chupé bastante tiempo, sin éxito. Debe ser por el alcohol. Luego me ofreció un trago, que acepté más por educación que por las ganas mías de Whisky, y se arrodilló entre mis piernas, pero no te creas que para meter su boca en mi vagina, lo único que hizo fue tomar la botella y beber, llorar y volver a beber. Pobre hombre, es una pena de amor te lo aseguro. Se pasó mí tiempo y él está muy ebrio, apenas si podía mantenerse en pie, cuando me vestía para marcharme me pidió que le alcanzara su teléfono móvil. Intentó en vano marcar a un número, pero no coordinaba, colgaba, marcaba mal y se le caía de sus manos. Le ofrecí mi ayuda para llamar y solo me dijo un nombre… ¡Llama a Silvia!
—Así que eso es todo. Ahora tu estas a cargo. Pagó por dos horas y la verdad ya voy treinta minutos retrasada, Adiós. —Y yo lo busqué con mi mirada. Cassandra se apartó un poco de mí, permitiéndome observar a mi jefe tirado en la cama, atravesado boca abajo, semidesnudo con solo su camisa de franjas azules, puesta todavía alrededor de su cuello, sin desanudar su corbata roja y las medias en sus pies de un azul muy oscuro. Las nalgas redondas, bastante blancas. La raya algo ...
... velluda de su culo, llevó en ese momento mi mirada hasta la bolsa rosácea de sus grandes testículos. El pene no se le veía en aquella posición. Sus piernas las tenía abiertas, la izquierda un poco doblada, de muslos firmes sin mucho vello, dejándome ver que en una de ellas, todavía rebelde, permanecía enredado a su tobillo izquierdo un pantaloncillo gris con ribetes blancos.
Y entonces antes de cerrar la puerta de la habitación, la joven prostituta con su mano derecha tomando la manija, me preguntó intrigada…
—Por cierto, ¿Quién es Martha? —Alcé mis hombros dándole a entender que no sabía de quien me hablaba, aunque obviamente yo la conocía, pero a ella no le importaba. Me sonrió y su adiós con la mano, lo enfatizó con un guiño de sus bellos ojos azules. Y se fue.
¡Mierda! Y ahora qué hago. Me colocaba las manos en la frente, transpiraba un poco y entretanto, miraba el desorden alrededor mío. El pantalón de paño gris, tirado a un lado de la cama, el par de mocasines cafés en distinta posición por el otro, el saco de pana azul rey, extendido por igual sobre el tapete, en similar posición que su propietario. En fin un desorden total. Y luego estaba él, mi jefe en su penosa y desnuda posición.
—¿Marr… thaaa? —Fue la primera palabra que escuché de mi jefe ese día, aquella tarde de un primero de julio y sí, sola con él en aquella habitación de hotel. Su voz pastosa, arrastrando las letras por la pesadez del alcohol ingerido. Y me acerqué hasta él, sentándome a su lado. ...