1. Cuckold (3): La vecina de enfrente


    Fecha: 17/05/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... nosotros, ni cuando ya contábamos con dieciocho años, nos animamos a dirigirle la palabra siquiera. En nuestro fuero íntimo, Marcela estaba en otra dimensión. Sólo podríamos estar con ella en la medida que usáramos nuestra imaginación. Sólo podíamos poseerla en nuestras mentes.
    
    Me había acostumbrado a desear a esa mujer misteriosa e insondable. No lo vivía como un amor no correspondido, porque lo que sentía por ella no era un enamoramiento típico de un adolescente. Por Marcela sentía pura lujuria. Nunca soñé con ser amado por ella. En mis sueños siempre la convertía en un mero juguete con el que satisfacía todas mis morbosas fantasías. Era una diosa, pero también era un objeto. Un cuerpo lleno de orificios por donde quería entrar.
    
    Recuerdo que lo sucedido, aquel hecho que dio vida a este relato, ocurrió al poco tiempo de terminar la escuela secundaria. Como si fuese una especie de iniciación a la adultez.
    
    Juanca y Pablo habían ido a casa, y como de costumbre, nos pusimos a andar en skate por la vereda. Como era domingo, el barrio estaba bastante desierto, y podíamos hacer la nuestra sin problemas.
    
    Había cierto aire de nostalgia esa tarde, quizás porque pensábamos que pronto ya no podríamos darnos el lujo de perder el tiempo de esa manera; o tal vez intuíamos que iba a pasar algo que nos marcaría para siempre.
    
    —¿Se enteraron? —Preguntó Junca, y sin esperar a que respondamos, agregó—: Marcela y su marido se mudan a Capital.
    
    En ese momento no lo reconocí, pero ...
    ... una terrible y absurda angustia se apoderó de mí. Pero fingí normalidad.
    
    —¿Ah sí? — dije.
    
    Juan Carlos vivía a la vuelta de casa. Su mamá era la reina del chisme, así que seguramente la información era buena.
    
    —Sí —aseguró Juanca— Al marido lo ascendieron y les queda más cómodo vivir allá.
    
    Se hizo un silencio que ninguno se animó a romper por varios segundos. Yo estaba seguro de que ellos se sentían como yo. Tantos años idealizando a esa mujer, físicamente perfecta, y de un momento a otro nos enterábamos que ya no la veríamos.
    
    Ninguna chica llamaba nuestra atención, salvo que tuviese algún parecido con Marcela, y aun así, nunca encontramos a alguien que nos calentara tanto a los tres. El ritual de verla pasar, cada vez que nos reuníamos, era parte de nuestra amistad. Y ahora todo eso iba a quedar en el pasado. Nuestra adolescencia estaba llegando a su fin, y el destino decidió una forma cruel de marcar ese momento. Después de tantos años, ella se iría y yo jamás me había animado a decirle lo hermosa que me parecía. Era una situación demasiado patética, y el hecho de que mis camaradas estuvieran en la misma posición que yo, por un lado era un bálsamo, y por otro, nos hacía ver más patéticos aún.
    
    Seguimos andando en skate. Cada tanto mirábamos hacia la casa de Marcela con melancolía.
    
    Eran más o menos las seis de la tarde cuando se abrió la puerta de la casa, y ella salió a la vereda. Lucía un encantador vestido floreado, que la cubría hasta apenas encima de ...
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