Cuckold (3): La vecina de enfrente
Fecha: 17/05/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... la rodilla. Una cinta blanca ajustaba su cintura. Tenía el pelo recogido. Su precioso rostro resplandecía bajo el sol del verano.
Lo raro fue que no se dirigió al supermercado —único lugar abierto un domingo—, sino que se cruzó de vereda y fue a nuestro encuentro.
Con los chicos nos miramos, sorprendidos.
—Hola chicos, como están — dijo Marcela.
Quedamos boquiabiertos, sin poder hablar por varios segundos. Era como si una estrella de Hollywood nos estuviera dirigiendo la palabra.
—Hola —Alcanzó a decir pablo, por suerte para todos.
—¿Les puedo pedir un favor? —preguntó.
—Sí, ¿qué necesitás? —dije yo, y maldije en silencio el bochornoso tartamudeo con que pronuncié esas palabras.
—¿Me ayudarían a mover unas cajas en mi casa?
—¡Claro! —dijimos los tres, casi al unísono.
La seguimos hasta su casa, sin poder evitar mirar su figura. La tela del vestido era fina, y cuando los rayos del sol se posaban en ella, se adivinaba la tanga blanca que llevaba debajo.
Me sentía extraño. Nunca había tenido contacto con ella y ahora entraba a su vivienda. Parecía como si estuviese entrando a un escondite secreto en el que siempre me fue negado el ingreso, y que ahora, por fin, iba a poder atravesar ese umbral impenetrable.
—Mi marido está arreglando unas cosas en el departamento nuevo, así que me dejó con todo esto sola. —dijo Marcela, como excusándose por la molestia.
En la casa solo estaban los muebles vacíos. El contenido de las alacenas y placares ...
... estaban en un montón de cajas que se encontraban al lado de la escalera.
—Sólo hay que llevarlas hasta al lado de la puerta, así mañana nos resulta más fácil cargar todo al camión de mudanzas.
—Sí, no hay problema —dijo Pablo.
—No crean que no van a tener una recompensa por este favor —dijo Marcela.
Creo que todos fantaseamos con que esas palabras tuviesen un doble sentido. Nos miramos y sonreímos.
Empezamos a cargar las cajas. La mayoría eran livianas y bien podría haberlas cargado ella, pero creo que a los tres nos importaba un bledo ese detalle. El hecho de compartir esos momentos con Marcela valía hacer cualquier tipo de tarea, por absurda que fuese.
Juanca se animó a hacerle algunas preguntas. No eran muy originales, pero tanto pablo como yo estábamos contentos de saber un poco más de ella. Mejor tarde que nunca.
Así nos enteramos de que Marcela era traductora de inglés. Que estaba casada hacía nueve años. Que su marido le llevaba diez años y ella tenía treinta y cinco.
—Parece de menos —se aventuró a decir Juanca, ganándose el agradecimiento de Marcela.
Algunas de las cajas estaban abiertas. Noté, algo avergonzado, que una de ellas contenía la ropa interior de Marcela. Un montón de pequeñas prendas de distintos colores estaban mezcladas adentro. Traté de cerrarla, pero las solapas estaban metidas hacia adentro, presionadas por el montón de ropa. Cuando logré sacar una de las solapas, vi, horrorizado, cómo varias prendas caían al piso.
Una tanga ...