1. La santurrona y su hijo culturista


    Fecha: 22/05/2022, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Estar mucho tiempo confinados en casa una madre y un hijo aunque la madre sea una santurrona lleva a que ocurran cosas que en otra situación no ocurrirían.
    
    Eva, a la que apodan La Sosa, tiene 40 años, es morena, de ojos marrones, mide poco más de un metro sesenta, sus tetas son medianas, sus caderas anchas, su culo gordo, sus piernas delgadas y es muy atractiva.
    
    Lorenzo tiene 20 años y trabajaba de fontanero, es moreno, de ojos azules, mide un metro setenta y es un fanático del culturismo.
    
    Al principio Lorenzo hacía ejercicios en su habitación, pero con el paso del tiempo pasó a hacerlos en todas las partes de la casa, esto llevó a que Eva viese el cuerpo perfecto de su hijo y el tremendo paquete que se marcaba en el pantalón de deporte.
    
    El viaje sin retorno comenzó el día que Lorenzo estaba haciendo flexiones en el piso de la sala y le dijo a su madre:
    
    -Siéntate en mi espalda, Eva.
    
    -Ahora iba a darme una ducha.
    
    -Será un momento.
    
    -A ver si te fastidias la columna.
    
    -No te preocupes, sienta.
    
    Eva dejó en el piso la toalla que llevaba en la mano, recogió las piernas, se sentó a la altura de la cintura de su hijo y apoyó sus manos en la espalda. Lorenzo haciendo las flexiones sintió cómo su madre le mojaba la espalda al frotarla con su coño. Era sudor, pero se empalmó imaginando que se humedeciera. Después de hacer más de treinta flexiones se quedó boca abajo para que su madre no viese el empalme que tenía. No sabía cómo iba a hacer para darse la ...
    ... vuelta, Eva lo quitó del apuro, ya que le dijo:
    
    -Me voy a dar una ducha.
    
    Al irse su madre Lorenzo sacó la polla para darle un par de toquecitos. ¡Qué polla tenía el condenado! Aquel trozo de carne con una cabeza cómo un puño, con las venas y el nervio dorsal marcados en él parecía el monstruo del lago Ness, o eso le pareció a Eva que volviera a recoger su toalla, toalla que quedó sin recoger.
    
    A Eva, bajo el agua de la ducha, le venía la imagen de la tremenda verga de su hijo, se santiguaba y pensaba en otras cosas para quitarla de la cabeza, pero al enjabonar el coño y sentir sus dedos deslizarse por él volvió a verlo. Su coño comenzó a latir y a picarle. Puso el agua fría, pero era igual, volvió a ver la tremenda verga. Se santiguó de nuevo, tocó con su mano derecha la frente, luego el hombro izquierdo y apretó la teta con su brazo, llevó la mano al otro hombro, mejor dicho, quiso llevarla, ya que la posó en la teta y la magreó, y después la llevó a los labios, pero no a los de la boca. Tenía que masturbarse. Era pecado, pero su cabeza le decía una cosa y su coño otra. Llevaba más de un mes sin correrse.
    
    La última vez fuera follando con su marido, en la posición del misionero, un marido mea pilas cómo ella, que ahora estaba confinado en un hotel madrileño. Pensó en esa última vez. Puso el agua templada... Vio a su marido, la estaba follando, fue recordando paso a paso lo que hicieran hasta que sintió que se venía. En el momento en que se comenzó a correr lo que vio ...
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