La vida promiscua de una mujer casada (01)
Fecha: 11/06/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
Episodio: Le pongo los cuernos y se lo cuento a mi marido.
Regresaba con mi marido de aquel evento nocturno. Había sido la inauguración de una exposición pictórica. Adela, mi vieja amiga, fue quien nos invitó, ella conocía al pintor y nos lo presentó.
Ya en la recámara, Joel y yo nos deshicimos de nuestras ropas para estar más cómodos.
Mientras mi marido se quitaba los zapatos sentado en la cama yo, en el otro lado del lecho a sus espaldas, retiré mis prendas exteriores quedando sólo en lencería. Luego bajé mis pantaletas pero con mucho cuidado, pues éstas estaban pegadas a mis vellos púbicos por el semen del hombre con quien había fornicado. Joel no se había dado cuenta y, por supuesto, no debía ver aquellos rastros, así que procedí con cautela.
Mis dedos desenmarañaron mi pelambrera. Era evidente lo sucedido debido a que aún quedaban restos aglutinados de la pringue de aquel otro hombre. Los restos del esperma de aquel extraño ahora ya estaban secos pero todavía ponían en evidencia mi pequeña travesura. No podía dejar que Joel lo notara. Debía limpiarlos apropiadamente así que me encaminé al baño dispuesta a ducharme.
Mientras el agua limpiaba los residuos de mis pasadas acciones yo recordaba cómo me había fornicado aquel extraño y rememorarlo me hizo revivirlo llenándome de goce nuevamente.
“Luego de que nos lo presentara Adela, Alfonzo, el artista anfitrión de nuestra velada, se acercó a mí mientras estaba sola apreciando una de sus pinturas. Me admiraba ...
... del erotismo para nada velado de sus cuadros, especialmente el enfocado en el trasero femenino. Se notaba un particular interés por ese tipo de redondeces.
Mientras yo le expresé mi comentario al respecto de su obra, Alfonzo se acercó tanto que me sentí sitiada, me veía intensamente como si quisiera comerme ahí mismo. Supuse que Adela lo había puesto al tanto de mis frecuentes deslices y por ello venía, como suele decirse, con la espada desenvainada. Y bueno, sin ocultar su interés lucía una franca erección bajo el pantalón que yo pude notar.
«Le interesan mucho...» —dije como indagando sus pretensiones sobre mí aunque señalé con la mirada su pintura, y él completó: «¿Los culos...?»
«Sí —continuó con su respuesta y dirigió su mirada al mío propio—, los culos nos revelan el verdadero perfil de la mujer, más que el de su rostro. De hecho considero que las nalgas son las verdaderas ventanas al carácter femenino. Ellas no mienten. Hay culos tímidos, valientes, presumidos, patéticos, apocados, necios, inteligentes, alegres, tristes, enojados, engreídos. Cada una es el culo que tiene» —me comentó.
«¿Ah, de verdad?» —le dije sin saber si sólo estaba burlándose de mí o si hablaba en serio.
«Pero claro» —dijo, y sin ningún pudor puso una de sus manos sobre una de mis nalgas. No pude evitar sonrojarme pues la gente a nuestro alrededor podría atestiguar lo que pasaba entre nosotros.
«Tú, por ejemplo —dijo y deslizó su mano por la curva de mi nalga hasta hundir su dedo ...