La vida promiscua de una mujer casada (01)
Fecha: 11/06/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... describirla pero fue intensa. Luego, delicadamente, metió uno de sus dedos por en medio de mis muslos hasta tocar mi vulva.
«Como imaginé, estás bien mojada —luego de sacar su dedo de allí lo llevó a su nariz y cató el aroma impregnado en él—, esto sólo puede significar una cosa, o ¿ustedes qué creen?» —dijo dirigiéndose a nuestros improvisados espectadores, a la vez que abría su bragueta y sacaba su erecto miembro. Estaba por empalarme ahí mismo.
Yo no me pude contener y le tomé la verga con una mano pese a la vergüenza de que me vieran. Fue una cosa automática, era como si quisiera constatar su excitación por mí.
Colocándoseme detrás hizo resbalar la punta de su falo como untándolo con mis líquidos naturales antes de entrar. Mi humedad cumplió su función, sirvió de lubricante cuando él me lo metió.
Ahí, en ese baño público, frente a esos dos extraños que lo atestiguaron, me bombeó como un perro a una hembra en celo.
«A una dama como tú hay que horadarla, penetrarla, abrirla de caderas hasta cansarla» —me decía mientras lo hacía.
Mi pelvis se meneaba rítmicamente de adelante a atrás en reacción natural a sus arremetidas. Nuestras caderas se batían lujuriosamente. Creo que hasta despertamos los deseos de los hombres que nos observaban; en ese momento pensé que éramos como una pareja de perros apareándose, con otros machos observándonos deseosos de poder hacer lo mismo conmigo cuando aquél acabara. Ese pensamiento me excitó muchísimo, estaba sexualmente ...
... arrebatada, sentía que mis piernas me iban a fallar en cualquier momento.
Otro hombre entró al sanitario y por el sonido de los pasos era evidente que otros más venían tras de él. Aquello bien podría convertirse en un escándalo así que tomé a Alfonzo y me lo llevé de allí.
«Hagámoslo en un lugar más privado» —le dije y nos metimos al baño de damas, a uno de los cubículos.
Ya ahí encerrados Alfonzo volvió a bajarme las pantaletas que apenas unos segundos antes me había subido. Mis nalgas temblaron como gelatina y él las amasó entre sus manos.
El hombre continuaba erecto y yo me sentía halagada por tal interés. Me hinqué esta vez yo, dispuesta a agradecerle lo que me había hecho sentir hacía un momento. Se lo chupé consciente de dejárselo bien lubricado para continuar con lo que hacíamos.
Con el falo ya bien mojado él se sentó en el inodoro. Allí continuaríamos con nuestro acto adúltero uniendo nuestros sexos.
Yo me le monté introduciéndome su pene en mi ya ansiosa vagina que lo deseaba tanto y que, por tanto, estaba húmeda y receptiva.
«Estás deliciosa... —me dijo— te sientes húmeda y bien calientita» —y decía la verdad.”
“¡¿No usaron condón?!” —exclamó mi marido dándose cuenta de lo obvio.
“No” —le respondí a la vez que aceleraba mi movimiento de mi mano sobre su pene. Le sonreí maliciosamente pues bien sabía yo que eso le excitaría. De seguro creería que sólo estaba jugando al decirle eso.
“¿Cómo fuiste capaz de hacer eso?” —dijo y a mí me ganó la ...