1. Terapia de pareja


    Fecha: 19/06/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Lucía y Hernán llegaron a la dirección que les había pasado su amigo Pablo.
    
    — Es un edificio muy grande —dijo Hernán, con recelo—. Mirá si nos cruzamos con algún conocido. Mejor nos vamos ¿no?
    
    — ¡Pero si vos insististe en que vengamos! —dijo Lucía, enojada, pero al ver la cara de perrito asustado que tenía su novio, cambió el tono—. Bueno mi amor, hagamos como quieras, al fin y al cabo, yo sólo vine por vos —dijo, sin saber si su novio le había creído. Después de todo, la idea de visitar al Dr. Ferrari, si bien había sido de él, a ella le entusiasmaba.
    
    Hernán estaba cabizbajo, tratando de decidir qué hacer.
    
    — Bueno, entremos, total ya estamos acá —decidió al fin.
    
    — Dale, y si el doctor no nos gusta, nos vamos, y listo.
    
    Tocaron el timbre, y una voz masculina, gruesa y contundente, los atendió por el portero eléctrico.
    
    — Hola, somos Lucía y Hernán, tenemos turno a las cuatro —dijo la chica, tomando la iniciativa, como de costumbre.
    
    Unos segundos después, la voz del otro lado le indicó que ingresen. Ellos empujaron la puerta y subieron al ascensor, hasta el piso doce, donde estaba la oficina del Dr. Ferrari.
    
    Hernán miró a su novia. Tenía los labios gruesos y la mirada inteligente. Era delgada, con un cuerpo esbelto, nada voluptuoso, pero muy bien proporcionado, con curvas sutiles pero sensuales. Parte de su nariz y su rostro estaba lleno de pecas que a veces eran más notorias que otras. Vestía un pantalón de lino ancho, color negro, que sin embargo ...
    ... en la parte de la cintura y cadera era muy ceñido. Arriba, una blusa blanca, de estilo musculosa.
    
    — Estás muy linda —le dijo, con cierta melancolía.
    
    — Vos también. —le contestó ella. y esta vez fue sincera. Hernán llevaba un pantalón de jean, zapatillas negras, sin medias, y una remera negra. Un estilo muy simple que le quedaba bien con su cuerpo esbelto y su pelo corto, que resaltaba aún más sus mandíbulas fuertes. Si no se lo viera tan inseguro y miedoso, sería un hombre irresistible, pensaba ella—. Todavía estamos a tiempo de volver. — le dijo, cuando llegaron al piso doce, sintiendo que ella misma sentía temor de entrar en aquella oficina.
    
    — No, ya estamos acá, vamos —dijo Hernán, le dio un beso en la boca y salieron del ascensor.
    
    Entraron en lo que sería la recepción. El doctor Ferrari estaba en la puerta de su oficina.
    
    — Pasen por favor —le dijo. La pareja entró.
    
    La oficina era pequeña y acogedora, pero a la vez lujosa. Del techo colgaba un hermoso candelabro que habría costado más de lo que Hernán ganaba en un mes. Una elegante alfombra de estilo persa cubría el suelo. En el centro, una mesa ratona de mármol. A un lado de la mesa estaba un cómodo sillón de cuero, y del otro, un sillón individual, donde el doctor se disponía a sentarse.
    
    — Siéntense, por favor.
    
    Ambos se sentaron, nerviosos. El doctor tenía una frondosa barba del mismo color que su abultado cabello, castaño claro. Detrás de sus lentes estaban sus ojos celestes, con una mirada tan ...
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