Marisa quiere estar embarazada
Fecha: 03/07/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... lanzó un alarido que rebotó en las paredes haciendo eco. Él repetía los trompazos con violencia, aunque a veces lo hacía con suavidad para dejarla respirar tras los inmensos orgasmos de ella que se repetían con mucha frecuencia – demasiada, para mi gusto – Mi hermano, que permanecía arrodillado entre los muslos amasando las tetas y pellizcando los pezones de la hembra, se tumbó sobre ella, unieron sus labios con un beso profundo, lenguas incluidas. Era evidente que los dos disfrutaban de sus cuerpos, pues se revolcaban con pasión; unas veces ella arriba y otras debajo, aunque siempre la polla bien adentro, chorreando los dos tanto por las dos corridas con las que Berto había regado el fondo de la vagina como por la fuente de secreciones jugosas de ella que se expandían por el coño y los muslos de ambos. También quiero confesar que la visión de ver a mi hermano follando a Marisa con la intensidad y la alegría con la que lo hacían los dos, lejos de cabrearme me habían excitado, hasta el punto de empalmarme. Puse la mano en el bulto y comprobé la dureza y que llegaba hasta más arriba del ombligo.
Miré a Marisa, quién jadeaba tendida en la cama medio ahogada tras su vigésimo orgasmo; Berto tendido al lado seguía masajeando sus tetas y pellizcando los pezones. Lo cierto es que ver la piel sudorosa y brillante de mi mujer que remataba el vientre plano adornado por una suave alfombrilla de vello dorado me empalmó más, si cabe. Ella giró la cabeza mirándome con sus ojos verdes ...
... insinuantes, aunque sus ojos se deslizaron a mi bulto y dio un gritito.
- Ven aquí, cariño – me hizo hueco a su lado desentendiéndose de las caricias de mi hermano – Te necesito siempre a mi lado, bueno, mejor dentro de mí que ya veo que vuelves a estar flamenco. Ni te imaginas lo feliz que estoy de ver tu recuperación, cornudito mío.
Aterricé a su lado tras quitarme la ropa, con un empalme tal que hasta los huevos me dolían. Nos besamos mordiendo nuestros labios, ansiosos de lenguas, ella enganchada de mi cuello y yo acariciando su alfombrilla dorada, los dos calientes como mandriles al tiempo que mi hermano nos miraba sonriendo. Ella susurró en mi oreja: –Entra en mí, amor de mi vida.
Salté sobre su adorado cuerpo taladrando con agresivos empujones el coñito que estaba abierto y muy mojado, de tal modo que mi tronco resbalaba, claro, resbalaba por la mezcla de esperma de mi hermano y sus tibios jugos que no cesaban de fluir. Ella aprisionaba la polla con las paredes vaginales, cumpliendo su promesa de no dejar que escapase ni una gota de esperma que le regalábamos esa tarde mi hermano y yo. Ella se convulsionaba sin parar, orgasmo tras orgasmo y yo me corrí dos o tres veces inundando la vagina con leche espesa. Y digo dos o tres corridas, porque después de la segunda yo intenté sacar la polla con la intención de hacernos un 69, porque estaba encaprichado de morder el vello que cubría el pubis y lamer el inflamado clítoris, pero ella enlazó los tobillos a mi cintura y ...