Suplencia en el Convento. Mi encuentro con la superiora (I)
Fecha: 13/07/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos
... para tratar de descifrar el motivo de los ruidos.
Tratando de no hacer mucho escándalo, me subí cuidadosamente en el sillón de madera y me agarré de una viga enmohecida que sobresalía del techo. El listón emitió un crujido seco que me obligó a quedarme estático por un momento. Yo no sabía realmente que resonaba del otro lado con cada vez mayor intensidad. Me imaginé algún tipo de animal extraño que resollaba de esa forma, o quizás la monja tenía un ataque de asma, la verdad, no adivinaba ni remotamente de donde provenía ese sonido.
Retiré mi mano con sumo cuidado y me apoyé en el borde de la pared que parecía más estable. Los jadeos se incrementaban a cada instante que transcurría y mi curiosidad aumentaba proporcionalmente con los resuellos que escuchaba: Ahh, ahh, ay…
Me incliné hasta donde más no pude y logré quedar peligrosamente guindado, pero con una vista completa hacía dentro del establo. Lo que vi a continuación me dejó perplejo. Tirada sobre las pacas de heno de las vacas, estaba tumbada de espaldas la monja, con sus hábitos arremangados hasta la cintura. En su mano izquierda sostenía una revista a colores y con la otra mano se frotaba frenéticamente su hermoso coño cubierto de escaso vello púbico.
La monja se arqueaba espasmódicamente, mientras con su dedo medio se masajeaba con un entusiasmo sin igual. Vi, extasiado y con mi polla cobrando vida, como su respiración agitada emitía esos sonidos, que una vez asociados con la imagen visual, adquirían ...
... una connotación distinta a la de unos segundos atrás.
Quedé colgado de aquella pared a las buenas de Dios. Entre la erección que me produjo la escena de la religiosa pajeándose y la incomodidad y el cansancio de estar guindando como un mono, mis piernas comenzaron a temblar y flaquear. No quería perderme aquello. Ver a la monja embelesada con las fotos que miraba y su mano jugueteando afanosamente con su coño, hizo que me descuidara, lo que se tradujo en un resbalón que me arrojó contra la precaria silla que me sostenía.
Caí como una rama que se desprende desde las alturas. El golpe sonó seco cuando mi rodilla destrozó el apoya brazos del sillón. No tardé ni un segundo en reincorporarme del suelo cubierto de barro e intenté correr hacía una mata de mangos que estaba próxima a mí pero una voz desde adentro del cobertizo me paralizó:
-¿Quién anda ahí, quién anda ahí? -Repitió la voz de la monja.
-Soy yo, soy yo, Pedro, el hijo de don Julio, el encargado -alcancé a responder desde el lugar donde me había caído.
-¿Qué hace usted ahí espiándome? -Me regañó.
-No, no, yo no la estoy espiando. Estaba arreglando es-es-ta silla -le dije con tono balbuceante.
-Voy a llamar a la policía. A usted nadie lo autorizó para entrar a esta propiedad -agregó con tono amenazante.
Por mi mente pasaron infinidad de pensamientos. Mi papá no me había enseñado ninguna autorización y realmente yo pasé por la puerta trasera con la llave que él me dio. Le explique a la monja varias ...