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Suplencia en el Convento. Mi encuentro con la superiora (I)
Fecha: 13/07/2022, Categorías: Hetero Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos
... mis sentidos -me dijo sollozando. -Métase en el cobertizo para que discutamos esto sin mojarnos -agregué. La superiora caminó lentamente hacia el establo y yo la seguí oliendo la estela a miedo que dejaba flotando en el aire. Una vez adentro, recogí la revista que estaba tirada a un lado de las pacas de heno y le dije que se tumbara sobre las mismas. Ella obedeció sollozando y yo eché un vistazo al contenido de las fotografías internas del folleto. Nada especial en su contenido. Solo cuerpos semidesnudos de mujeres y hombres mostrando las escenas típicas de la pornografía. -¿Qué tienen de excitantes o extrañas estas fotos? -le pregunté. -Nada, nada. Solo miraba por curiosidad -respondió. -¿Usted cree que su conducta puede pasar inadvertida? -No le da vergüenza lo que está haciendo. ¿Qué pensarán sus compañeras y el obispo cuando se enteren de su aberrante afición? -le dije alzando un poco la voz. -No, por favor, no. Esto no puede salir de aquí. ¡Me van a excomulgar! -Exclamó toda angustiada. A medida que la conversación avanzaba, mi macabro y libidinoso plan se iba afinando. Mi pollón se expandía cada vez más y luchaba contra el pantalón caqui lleno de barro por todos lados. Decidí seguir con mi estrategia: -Bueno, tenemos que hacer algo. Ciertamente yo no quiero perjudicarla -le dije con voz apaciguada. -Sí, sí, muchas gracias. De verdad le agradezco su silencio. Déjeme buscar en el convento un dinerito para que se ayude con sus cosas. ...
... Espéreme un momento -agregó. Lo que no imaginaba la madre superiora era que yo no estaba interesado en recibir sus dádivas. Mi polla a reventar, estaba ahora a cargo de la situación. -¿Qué dice, madre? Yo no soy un delincuente. ¿Cómo se le ocurre intentar sobornarme? -Agregué con rostro ofendido. -No, no, yo solo quería agradecerle por su silencio. Discúlpeme. Pronunció esa frase y se levantó de la paca de heno con intenciones de abandonar el establo. -¿Dónde va? -Le pregunté con autoridad. -Al convento. Debo continuar con mis tareas, ya todo aquí quedó arreglado ¡gracias a dios! -exclamó con intenciones de recobrar su espíritu autoritario. -No, madre, no. Usted no se va de aquí sin mostrar signos de arrepentimiento y amor a su prójimo -proseguí. -Siéntese de nuevo y espere que yo le indique lo que vamos a hacer -le dije. Su rostro volvió a mostrar los síntomas del castigo de mis palabras. Su nerviosismo a su cuerpo regresó y se sentó torpemente en la paja seca que tenía a su lado. -No quiero que se vaya sin repetir lo que estaba haciendo. Debe hacerlo como penitencia y escarmiento a su corrompido espíritu -le dije. -¡Usted está loco! -Exclamó. -¿Cómo se atreve a insinuarme eso? -continuó. Su negativa me excitó aún más, sin embargo, la note con ganas de retomar la autoridad de hacía unos minutos. -Usted decide. O recrea la escena y así limpia usted su culpa o me veré obligado a denunciarla -la puse en esa disyuntiva embarazosa. -Es que ...