1. Suplencia en el Convento. Mi encuentro con la superiora (I)


    Fecha: 13/07/2022, Categorías: Hetero Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos

    ... veces y no entraba en razón alguna. No sé si estaba frustrada con la interrupción de su juego o por el temor de haber sida descubierta en su acto auto complaciente. No quería enfrentarme a una acusación de violación de propiedad privada ni a ningún encuentro con la policía. En el comando policial del pueblo ya me conocían por mis múltiples entradas por alteración del orden público. Nada grave pero no quería echarle más leña al fuego.
    
    La monja seguía parada frente a mí con actitud desafiante.
    
    -voy a denunciarlo por robo y por conducta inapropiada.
    
    Aquella afirmación me enervó mis sentidos. Una cosa era que me reprimiera por no haber avisado de mi presencia en la granja del convento y otra era que me acusara de esos delitos.
    
    En treinta segundos detallé aquella monja encolerizada. Tendría unos cuarenta años. Era alta y con el cabello negro hasta sus hombros. Anteriormente ya había visto un avance de sus atributos internos. Tenía unas piernas regordetas muy bien torneadas que provocaba mordérselas por horas. Sus pechos eran desafiantes como su voz, no muy grandes pero con la postura firme y con dos fresas rosadas en su cima. Por su autoridad al hablar, supuse que tenía un rango alto entre sus compañeras. Estaba con el hábito mal arreglado y con la cofia en su mano derecha. Luego me enteré que se trataba de Sor Matilde, la jefa, la superiora. Estaba realmente alterada.
    
    -Usted no me puede acusar a mí de esos delitos -le dije
    
    -Ah, no. Ya vera que si ...
    ... puedo.
    
    Ante la insistencia en denunciarme y no escuchar mis ruegos, me armé de valor y le dije:
    
    -Usted era la que estaba actuando inapropiadamente. No me venga a sermonear a mí después de lo que la vi haciendo -Recalqué.
    
    Enseguida su postura cambió. Intentó torpemente colocarse la cofia y con tono menos altanero se dirigió a mí:
    
    -¿Qué fue lo que usted vio? Yo no estaba haciendo nada malo -agregó.
    
    -Lo que vi fue lo que vi. ¡No se haga usted la tonta, madre! -exclamé con un tono de más dominio de la situación.
    
    -Usted no vio nada, porque yo no estaba haciendo nada -respondió.
    
    -Claro que la vi. Observé claramente cómo se estaba manoseando su intimidad con desespero. Lo vi todo.
    
    De ser la víctima y el agraviado, pasé a ser el inquisitivo superior que emplazaba con autoridad a su discípula pervertida. La otrora altanera y endemoniada monja, se apoyó sobre la pared y con mirada suplicante me exclamo:
    
    -¡Qué vergüenza, no puede ser!
    
    Con lágrimas en sus enormes ojos negros me imploraba que no le comentara lo acontecido a nadie. Aquella imponente mujer de hace unos segundos, estaba a punto de derrumbarse. Al verla así, el salvaje que llevo dentro se despertó y empezó a maquinar un perverso plan.
    
    -Sí, es muy vergonzoso lo que acaba de hacer. Usted es una mujer entregada a su religión y no puede tener ese tipo de comportamiento tan vulgar y mundano -le dije con la autoridad que me confería mi plan.
    
    -Sí, sí, es verdad. Es que me posee un espíritu diabólico que nubla ...
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