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Mi linda sobrina
Fecha: 09/06/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... procuraba que no la oyera su hermano. Me contó con voz llorosa que su amiga Elena se había enrollado con el chico que le gustaba a ella, con Fernando y durante una hora no paró de lamentarse de su inseguridad, de por qué siempre iba a remolque de su amiga, del hecho de que Elena hubiera sido más espabilada y por eso era ella la que estaba ahora con Fernando, y de lo mucho que se avergonzaba de su inexperiencia. Yo traté de consolarla, pero evité hacer la más mínima mención al suceso del cine, algo que ella también eludió. Durante otra semana nuestras vidas volvieron a la normalidad. Ella estaba algo más melancólica, cosa normal, pero no volvimos a tener ningún asomo de acercamiento atípico entre tío y sobrina. Elena había comenzado a salir con Fernando y yo esperaba que el enamoramiento de Eva acabaría evaporándose en el tiempo. A la semana, una nueva llamada de mi sobrina me dejó perplejo. Me decía que Elena le había pedido que organizara otro encuentro entre nosotros, pero su tono delataba que cumplía el encargo a regañadientes. Yo comprendí que aquello le haría mucho daño a Eva, pero recordaba la excitación del primer encuentro con su amiga e intuí que aquella segunda ocasión me permitiría acariciarla por debajo de la ropa. Avergonzado de mí mismo, acepté la cita. Mi sobrina no pudo disimular su decepción. Ella había esperado que dijera que no. No me era ajena la forma como Eva se mantenía encadenada a la amistad de ...
... Elena, como una esclava, y me sentí despreciable por comportarme como lo hacía, pero una vez más se impuso el instinto de posesión sexual: quería acariciar a aquella adolescente en sus partes más intimas aun a costa de lo que fuera. La nueva cita transcurrió igual que la anterior, salvo que Eva eludió mirarme a la cara. La disposición de asientos fue la misma, aunque esta vez yo estaba seguro de que mi sobrina no miraba de reojo, sino que deseaba que todo acabara pronto para marcharse de allí. Su inseguridad le había impedido plantarnos cara y acabar con aquel juego diabólico y ello le hacía sufrir. Mi sorpresa llegó cuando, una vez iniciados los besos, esta vez de forma menos protocolaria, traté de acariciar a Elena y nuevamente me rechazó. Quedé por un momento pasmado, porque no había previsto que el objetivo de esta cita fuera el mismo que el de la anterior. Pronto comprendí que estaba en un error cuando sentí escandalizado como la mano de Elena se posaba en mi entrepierna, apretando el bulto que bullía bajo el pantalón. No podía creer lo que me sucedía con aquella quinceañera: me estaba bajando la cremallera y, ante mi estupor, introdujo su pequeña mano de adolescente por ella, hasta llegar a mi pene desnudo, que acarició con suavidad. Elena me estaba masturbando. Comprendía cual era el objetivo de aquella nueva cita y desde luego no se basaba en ninguna de mis pretensiones. Me sentía esclavo de aquella niña, al ...