Irina, la rusa
Fecha: 28/07/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos
... Olena. Lo tuvo presente cuando la conoció y cuando fue a visitarla muy malherida todos los días al hospital. Cuando sintió que se estaba enamorando de ella y que no podía dejar de verla. Cuando le declaró lo que sentía por ella y ésta en principio le rechazó. Cuando ésta lo fue a buscar, y se fueron a vivir juntos. Cuando se casó con ésta y firmó los papeles de adopción de su niña que, al igual que su otra hija, físicamente no se parece a él ni por un corto cabello.
Y a veces se aflige indisimuladamente por ese recuerdo. A veces no puede evitar emocionarse, y derrama lágrimas que quedan colgadas en su mentón afeitado de hombre mayor, muchas veces delante de su nueva esposa y su nueva hija, que no pueden evitar preguntarle por qué está llorando y se angustian por él. Éste les miente, diciendo que es por algo que vio, leyó o escuchó en las noticias, relacionado a un crimen de odio, cosa que solía sucederle.
Incluso hay música que trata de evitar, total o parcialmente de escuchar, porque enserio se pone mal. Por ejemplo, a los italianos Lucio Battisti, Mina Mazzini y Lucio Dalla sólo los podía oír en su lengua materna. A los mexicanos Juan Gabriel, José José y Armando Manzanero los tenía definitivamente prohibidos en su repertorio de escuchas. A los españoles Mecano, Raphael y José Luis Perales, también. Aunque a veces dejaba pasar alguna que otra canción de los bolivianos Kjarkas.
“Cómo te quise Irina, cómo te adoré reverencialmente, fuiste la mejor amiga que tuve ...
... jamás. Sin ti, y sin tu padre, no hubiera sido nunca el hombre que soy hoy, pero creo que no la pensamos muy bien al decidir casarnos. Cómo me derrumbó la muerte de mi tan querido suegrito”, pensaba dentro de sí.
Lo tuvo presente también cuando escribió hasta el final su último trabajo, al igual que todos los demás trabajos que publicó desde que puso un pie en la transcontinental, ibérica y diversa España, una tierra en la que nunca llegó a sentirse un paria, a pesar de sus temores iniciales. Grande pero imperfecta nación –como cualquier otra–, en la que casi nunca se percibió como un extranjero desde un prisma negativo, y que lo expresó abiertamente sobre todo en su primer ensayo, a pesar de las molestias de algún que otro simpatizante del movimiento etnocacerista peruano, o de algún xenófobo anti-español, que ha leído algunas de sus obras. Pero, con el único con quien tuvo inicialmente el coraje de hablar sobre ese inolvidable recuerdo es con su editor y mejor amigo, diez años mayor que él, un tal Jesús Gustavo Maestro, sevillano pelón y de contextura oronda, resistido a jubilarse mientras todavía le rinda el cuerpo y la materia gris. Un hombre muy profesional a la hora de trabajar con las ediciones y excesivamente confiado con quienes le guardaba algo de cariño. Mamani era una de sus víctimas favoritas.
“Estimadísima Irina, fémina de sonrisa fatigada pero de animosa inteligencia. Cómo maldigo las circunstancias en que nos conocimos, pero cómo bendigo las veces en que ...