1. Irina, la rusa


    Fecha: 28/07/2022, Categorías: Hetero Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos

    ... hombre, hombre entre comillas, de un metro setenta, saliendo de su escondite. Y lo miró. Lo miró a él con el rostro tenso. Lo miró, con los dientes apretados y con el mismo odio con que suele mirar alguien con el corazón seco a su peor enemigo.
    
    “¡Rajá de acá, sucio indio mugroso!”, le dijo a éste haciéndose ridículamente el macho alfa. Eso a Mamani lo descolocó. Una cosa es que lo insultaran, que por ahí a lo sumo se lo aguantaba, pero de ahí a que lo hagan haciendo referencia a sus raíces, es algo que ni manso o perezoso lo soportaría.
    
    “¡Vuelve a decirme eso y te juro que te voy a dejar sin nariz! ¡Deja a la chica en paz! ¡¿No ves que no quiere tener relaciones contigo?! ¡Drogado de mierda!”, le respondió éste.
    
    “¡¿Te haces el pija dura vos?! ¡¿Te haces el pija de oro?! ¡Rajá de acá, porque si no te rompo todo! ¡¿Me escuchaste?! ¡La re concha bien de tu madre!”, y lo empujó al amerindio en un hombro.
    
    “¡Infeliz!”, dijo la víctima de tal improperio. Acto seguido lo que hizo fue tratar de derribar al patán dándole una fuerte patada en una de sus piernas, tras haberse fijado en que no las tenía bien separadas para hacerle frente. Lo que logró fue que perdiera parcialmente el equilibrio. El desgraciado tenía las piernas de un rugbier.
    
    Acto seguido, lo que hizo Mamani fue darle un golpe seco que fue de lleno hacia uno de sus hombros con su puño derecho, y con su puño izquierdo le dio en la frente. Si no le dio en la mandíbula era porque, como se dijo anteriormente, ...
    ... éste se sentía cansado. Pero su enojo era el doble, casi el triple se podría decir, de intenso.
    
    “¡¿Te haces el malo?! ¡¿Te haces el malo conmigo?! ¡¿Eh?! ¡¿Te haces el malito?!”, decía en voz alta mientras el cretino había caído al suelo y el amerindio le estaba acomodando las costillas. Segundos, y una buena estrategia, le bastaron para hacerlo caer. Y estaba molesto. Muy molesto. Bien molesto. La cada vez más horrorizada Irina, pobrecilla, sólo sabía gritar y llorar. Era lo único que le salía en una situación así.
    
    El delgado indio paró. No hacía falta seguir más. Sabía cuándo debía parar. Su antagonista desistió de la pelea, con el orgullo dañado. Con el orgullo lesionado. Con el orgullo dislocado. Lacerado, lisiado, magullado. Se levantó del piso y se fue corriendo sin decirle a éste una sola palabra, pero tuvo la cobardía suficiente como para arrojarle unas amenazas a la chica de cabello bermejo. “Ya vas a ver vos”, le tiró.
    
    Mamani se quedó en el baño público sólo con la pelirroja. Situación que en ningún momento dejó de ser incómoda, ya que el estado amínico de ésta estaba hecho un pañuelo mojado. Cruelmente arrugado como un papel. Roto como un espejo. No sabía cómo consolarla, no estaba acostumbrado a consolar a una mujer. En realidad, no estaba acostumbrado a consolar a nadie. Su carácter algo rancio como un lácteo que venció hace días, y que durante buena parte de su etapa de adultez temprana fue un rasgo distintivo suyo, no lo ayudaba mucho para eso.
    
    “Ya ...
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