1. El cepillo de madera


    Fecha: 10/06/2018, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    El cepillo de madera
    
    La primera vez que Montse lo dijo no hice caso, fundamentalmente porque en ese momento tenía la polla como el mango de una pala y en las estrecheces del coche estaba yo mucho más atento a intentar encontrar una postura lo suficientemente cómoda para metérsela, al mismo tiempo que no dejaba de comerle sus tremendas tetazas. Como quince minutos más tarde, mientras fumábamos a medias un relajado cigarrillo, le pregunté: "¿qué me decías hace un rato de tu madre?"; "no, nada, que no me dejes marcas en las tetas porque cuando llego tarde me las mira y me pega si cree que he estado con un hombre"; "¡joder!, será verdad"; "bueno, ya te contaré; vámonos que mañana hay que madrugar".
    
    Unos días más tarde, justo unas décimas de segundo después de hacerle un chupetón muy aparente en el lateral del pecho izquierdo cerca del depilado sobaco, recordé la frase sobre su madre. No se molestó demasiado pero tampoco me quiso contar nada cuando le pregunté sobre si su madre le pegaba.
    
    Así quedó el asunto durante varias semanas en las que en alguna ocasión intenté hablar de ello con Montse pero era una época de mucho trabajo en la oficina (trabajamos ambos en una empresa dedicada al turismo de alto standing) y ella lleva muy en secreto y con mucho miedo que de vez en cuando quedemos para tomar unas copas y darnos un revolcón (es la jefa del departamento de informática y prometida de uno de los directores de la empresa en Madrid), de manera que nuestro trato público ...
    ... (yo tengo veinte años menos que ella y soy uno de los programadores que está bajo sus órdenes) es bastante reducido y discreto.
    
    La siguiente vez que quedamos (casi siempre en un escondido pequeño pub de la zona de Huertas situado cerca de un hostal al que únicamente van parejas que no quieren ser reconocidas) me interesé por saber más del asunto, en especial porque no dejaba de intrigarme cómo una mujer madura de cuarenta y siete años, reconocida profesional, con buenos ingresos económicos, novio formal para casarse algún día, nada agraciada de cara y bajita de estatura pero aún con un rotundo excitante cuerpo y siempre con muchas, muchas ganas de sexo, siguiera viviendo en casa de su madre (por otra parte, un precioso chalet de dos plantas cercano a la Plaza de Las Ventas) y con un hermano mayor que ella.
    
    En los primeros momentos intentó pasar del asunto pero ante mi insistencia terminó contándome una curiosa historia familiar: "mi padre era un sargento de la guardia civil destinado en el pueblo de Segovia donde he nacido. Murió en accidente de caza cuando mi hermano y yo éramos aún bastante niños, por lo que mi madre se trasladó a Madrid, abrió una mercería en el barrio de Salamanca y nos mandó internos a un colegio militar de huérfanos en donde estuve hasta los dieciocho años."
    
    "Las monjas que llevaban el internado femenino castigaban todas las faltas con dureza, en muchos casos azotando a la infractora con una vara o una correa de cuero. Yo era estudiosa, obediente ...
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