Mi entrañable enfermera
Fecha: 30/07/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos
... mujer muy bella. Un mechón de pelo rojizo que luchaba por permanecer dentro del gorro verde me indicaron que se trataba de una pelirroja. Con su bata blanca y su estetoscopio colgado a su cuello me indicó que me sentara.
-Buenas tardes jovencito, siéntese recto, por favor -me indicó con voz cansada.
Me senté como me dijo y seguidamente puso su termómetro en mi frente.
-No tienes fiebre -me dijo
-déjame revisar tu garganta -prosiguió
Con su mano cubierta por un guante de látex verde, abrió mi boca e introdujo una paleta que casi me hizo vomitar. Observó con su linterna y seguidamente me dijo:
-No veo nada anormal. ¿Sientes algún dolor? -Me preguntó.
-No, me siento perfectamente bien –susurré
La presencia de aquella enfermera me había descompuesto un poco. La escena, muchas veces recreada en mis múltiples fantasías auto complacientes, aunado a la misteriosa imagen que escondían los aditivos descartables, habían despertado en mí una incipiente erección. Aunque les digo, lo que más me excitaba era el olor que transpiraba la diligente señora. Desde pequeño, poseía una rara hipersensibilidad por los olores y los aromas. Tenía lo que llamaban los eruditos, una súper nariz.
-Acuéstese boca abajo -me dijo.
El estetoscopio recorrió con su frio apéndice metálico toda mi espalda. Me hizo pronunciar todo el abecedario y por cada letra que exclamaba, sentía que mi abultado miembro se expandía. Conté hasta cien, ida y vuelta para tratar de desviar mis ...
... pensamientos y evitar que me viera en esas condiciones. Solo rogaba a Dios que no me pidiera darme vuelta. Petición denegada.
-Dese vuelta, por favor, necesito descartar algo -pronunció con cierta preocupación.
Recurrí a las figuras más grotescas y a los recuerdos más desagradables de mi existencia para neutralizar la erección descomunal que amenazaba con escapar de mi corto pantalón de practicar futbol. Como pude, me fui volteando lentamente implorándoles a todos los santos que desapareciera aquella protuberancia insolente. Ya boca arriba, mi cañón se acomodó, a duras penas, entre la liga de mi interior y el borde del pantaloncillo. Me negaba a mirarlo, sabía que mi imprudente mazo amenazaba con abandonar su frágil morada.
-Súbase la franela, por favor, le voy a presionar en su abdomen para descartar que no tenga inflamación en el colon -Me ordenó con voz autoritaria.
La diligente enfermera no era indiferente al joven que estaba auscultando. A los pocos minutos ya sabía que aquel atlético joven no era portador del pandémico virus. Ninguno de los síntomas previos ni los resultados de sus análisis exploratorios, le hacían pensar que estuviera infectado. No era candidato ni para una prueba rápida de despistaje. Un deseo morboso le había inducido a querer investigar más a fondo. En sus años de trabajo, era la primera vez que se dejaba llevar por un instinto desconocido para ella. Tocar aquella espalda, mirar aquellas piernas y sentir el nerviosismo del joven, la empujaron a ...