El profesor de natación
Fecha: 25/08/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... pelvis y mostraba perfectamente la forma del inicio sus cuadriceps y el bulto en su entrepierna, que aunque no me era posible distinguir su tamaño y forma debido al color del bañador y a que no estaba suficientemente cerca, se dejaba ver claramente.
Reconozco que se me formó un pequeño nudo en la boca del estómago mientras veía como mi novia y ese Adonis charlaban amigablemente. No pude evitar pensar que ella tan solo llevaba ese bañador que me hacía quitar el hipo, con la tela mojada moldeando sus perfectos pechos, grandes y redondos. Recuerdo que una de las primeras cosas que le pregunté cuando tuvimos un poco de confianza fue su talla de sujetador. Ella se rió y me miró con cara de estar regañándome por la pregunta. Le dije que solo quería hacerle un regalo por Navidad, “algo rojo, ya sabes”. Al final, después de negociar un rato y aún entre risas me dijo: “una 105”. Y es que realmente una de las cosas que más destacaba de su figura era los pechos. Y ese hombre estaba a centímetros de ellos. Me imaginé, porque me era imposible verlo desde donde me encontraba, sus pezones marcándose bajo el bañador. Natalia a veces se avergonzaba de lo rápido que se ponían duros y lo grandes que se hacían, sobresaliendo casi un centímetro de su aureola. No le gustaba ir por la calle marcando pezones y acostumbraba a llevar con algo muy holgado cuando hacía frío o tener siempre algo a mano con lo que taparse.
En un momento dado él pareció decir algo que la hizo reír y ella apoyó ...
... distraídamente la mano sobre sus abdominales. El nudo en el estómago me hacía difícil tragar. Su mano estaba a escasos centímetros de su boxer y del bulto en su entrepierna. Entonces ella hizo un mohín y pareció despedirse. Fue entonces cuando él abrió los brazos y los dos se abrazaron, o más bien ella el abrazó mientras él la acariciaba, llevando sus grandes manos desde su nuca hasta, y esto no me lo imaginé, posar una al final de su espalda y la otra sobre el cachete izquierdo de su culo.
Estuve sin respirar todo el tiempo que duró el abrazo. Natalia apoyaba la cabeza contra su pecho y rodeaba su torso con las manos, en las que aún sostenía las gafas y el gorro de baño. Estaban muy juntos, apretados. La entrepierna de él quedaba a la altura del estómago de ella. Era evidente que ella debía notar su paquete contra su vientre. Estuvieron así lo que me pareció una eternidad pero quizá fueran tan solo 10 largos segundos. Él le acariciaba la espalda y el culo y ella se apretaba indisimuladamente contra su cuerpo.
Cuando se separaron y despidieron finalmente, cuando ella desapareció por las puertas del vestidor, vi como el amigo con el que había estado hablando volvía a acercarse y le hacía gestos con las manos mirando hacia el vestidor. El mensaje era inequívoco para un hombre: “menudo polvo tiene la tía”. Los dos reían mientras se decían cosas que yo no alcanzaba a oír. Me sentía hundido, herido, como si me hubieran clavado una puñalada. Tardé aún unos segundos en recobrarme ...