Cuckold (2): La mujer de un amigo
Fecha: 03/09/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... a devorarlo a chupadas y mordiscones. En un momento miré entre medio de las piernas, a ver qué hacía Pedro del otro lado. Y entonces vi cómo sus dedos se enterraban en el sexo de Vanesa.
No la estaba penetrando con su sexo, así que no incumplía con las exigencias de ella. Quique, por su parte, metió su dedo índice entre las nalgas de Vanesa. Jugueteó un rato con el anillo de cuero, y finalmente, lo hundió unos milímetros. Vanesa se retorció y largó un gemido involuntario.
Me puse de pie, para ver la escena, a la vez que me masturbaba. Vanesa tenía los ojos cerrados. Estaba en la posición que debía estar. Parada, quieta, con una pierna flexionada, sacando cola. Sólo se movía un poco cuando mis compañeros hurgaban con tal vehemencia, que la obligaban a hacerlo.
Quique le sacó la pollera, y Pedro desabrochó su blusa e intentó despojarla de ella. Pero Vanesa no cambiaba de postura, fiel a la prenda, por lo que no podía sacársela por completo. El bestia de Pedro optó por hacerla hilachas. Vanesa seguía con su mirada apática. Luego la despojó del corpiño, dejándola en tetas.
Ahora la única prenda que tenía era la tanga, la cual estaba en sus tobillos. Pedro enterró su cara entre las nalgas de Vanesa, intercambiando de lugar con el otro. Yo me moví unos pasos para poder ver mejor esa escena, y pude observar cómo Pedro enterraba su lengua, cual si fuera un objeto fálico, en el orto de Vanesa.
Quique, por envidia quizás, se arrodillo y empezó a comerle la concha. ...
... Hacía un ruido que en otro momento podría parecer desagradable, cuando su lengua babosa se frotaba con el clítoris de ella.
Ahí fue cuando Vanesa abrió los ojos, ya sin poder reaccionar a los estímulos que recibía.
Me miró mientras los otros dos se la comían cruda de la cintura para abajo. Era una imagen digna de una película pornográfica. Parecían dos ogros devorando a una preciosa ninfa. Dos hombres avejentados: uno con una barriga cervecera, cara delgada, ojos hundidos y cabeza enorme; el otro, con profundas arrugas en su cara, con su pansa llena de pelo, como si fuese una bestia, y su rostro colorado; ambos comiéndose las partes más íntimas de esa chica de piel tersa y rostro hermoso y melancólico.
Quizás ahora sienta un poco de pena al recordar la imagen, pero en ese momento estaba demasiado caliente como para reparar en el hecho de que mis amigos la estaban usando, como si no fuese más que un producto para consumir hasta satisfacer sus necesidades.
Abandoné mi rol de espectador y me sumé al festín. Pedro me dejó espacio y yo volví a degustar ese orto que tanto nos enloquecía. Aun cuando su ano estaba lleno de la saliva de mi amigo, se sintió delicioso frotar mi lengua en él. No recuerdo haber saboreado algo tan rico como el orto de Vanesa.
Luego empezamos a enterrar nuestros dedos en sus orificios. Yo me paré y le di un beso en el cuello. Pedro enterraba otra vez su dedo en el culo.
—Mirá Basualdito, acá hay espacio —dijo, mostrándome que el ano se había ...